jueves, 16 de abril de 2009

Un artista espontáneo y callejero:



Mario Robledo: expresión sin gomina

Es escritor, titiritero, realiza obras de teatro y viaja junto a su arte por todo el país. Un sanjuanino que disfruta de las calles y, con orgullo, dice que vive de lo que hace.


“Yo vivo de esto, además en las escuelas me contratan para dar materias extracurriculares”. La palabra es de Mario Robledo (47), un multifacético artista callejero que pasea sus obras por la provincia haciendo disfrutar a niños y grandes. Un modo de ayudar a distender la rutina de los demás, haciendo pensar. Camina las calles dejando impreso su tinte bohemio y vive, en gran parte, de las monedas que su público ocasional le deja a voluntad en cada tarde de expresión. Sus títeres están en las plazas y parques desde 1982.

El escenario

La espesura del calor seco que todavía impregna este abril tan singular en la provincia de San Juan se posa sobre una mítica plaza 25 de Mayo. El ambiente toma su mejor color con la salida vespertina de los chicos de las escuelas y las luces de la fuente que, en medio de la plaza, encienden el espacio a pesar del oscurecimiento nocturno. Ahí aparece la magia. Las singulares representaciones que salen de la fisura a los poderes que se tornan opresivos. La magia y el aire de los artistas callejeros que le ponen el pecho a la vida y se constituyen en una arista tal vez poco valorada de la cultura provincial.

Frente a la fuente, un par de títeres esgrimen una historia irreal mientras algunos chicos y sus padres se sientan a escuchar lo que esos singulares actores tienen para decir. Algunos flashes salen disparados hacia el escenario ambulante pasadas las 20 del miércoles 15. Uno de los títeres pregunta qué le hace falta al otro personaje y da a entender lo que los chicos ya captaron y al unísono gritan: “¡cariño!”. Los actores principales son Clarita y Colo, pero más tarde, en otra mini obra aparecerá Yenesio, un perro simpático que se mete en el corazón de los niños.

Algunos metros más alejado hay un grupo de pibes de la secundaria, con sus guardapolvos gastados y rayados, propio de los últimos años de colegio, cuando la meta de terminar ya se vislumbra como una aparente “liberación”. Algunos, inclusive, se acercan más al escenario y se sientan en el piso (todavía algo caliente por otro día que rebasó los 30 grados) a disfrutar del show.

La obra finaliza y los aplausos de esos ocasionales espectadores llueven. Detrás de escena hay un sólo responsable de esos minutos de esparcimiento: Mario Robledo, un bohemio como tantos que pasean su arte por las calles y prefieren conformarse una idea de humanidad gastando las suelas de sus zapatillas, viajando y derribando muros para poder expandir su arte callejero por todos lados.

Manos en movimiento

En la noche del miércoles se respira un aire caluroso cargado con las expectativas de los primeros meses del año. La mirada cálida de Mario se posa sobre la muchedumbre, casi como sacando la letra para sus próximas obras. Está solo después del show, guardando los elementos que conformaron el escenario para emitir su mensaje. Algunos padres ya le pidieron el número de teléfono para contratarlo para fiestas infantiles. Cuando el periodista de la calle se acerca, Mario dice que pertenece al grupo “Manos en movimiento”, que conforma junto a su amiga Carla Castelaso (una antropóloga porteña que actualmente reside en San Juan).

Con una permanente sonrisa, quizás disfrutando de ese aire de libertad que pertenece casi exclusivamente al arte sin etiquetas ni presiones, Mario cuenta con pasión que monta escenarios con títeres, realiza obras de teatros y en su cofre de bohemia también tiene espacio para la música, en la que canta sus propias letras. ¿Incursiona en algún género en especial? “Hago lo que va saliendo”. Esa última sentencia abre la puerta para entender lo que él mismo pregona para los artistas: trabajar sobre lo “espontáneo”. Entonces, cuando el ruido de la plaza 25 va cesando, el artista confiesa: “También escribo, escribo mucho”. Ahí, otra arista de este multifacético personaje que el blog de la calle encontró casi por casualidad salta a la vista. “Fundamentalmente escribo de todo”, dice. Tal es así que ya editó el libro de cuentos “Calandria de la cañadita” y el mes pasado sacó a la calle “Salitre rojo”.

Todo se enmarca en una necesidad expresiva que lo tiene atrapado desde niño y que lo llevó a viajar y conocer “desde Tierra del Fuego hasta Jujuy, todo”. Los libros los hace con su propia editorial, “Agua sombra”, que maneja, a pulmón, junto a su amiga Castelaso. Con el arte ya conoció hasta Chile y tiene nostálgicas reminiscencias de algunas personas que se cruzó en otros lugares y de las páginas de algunos diarios que se llenaron con notas que le hicieron en su camino sin rumbo espacial pero con un destino expresivo inmutable.

En su banda de música, a la que no califica bajo ningún estilo específico más que al referente al arte espontáneo, dice que él produce sus propias canciones, según la inspiración que anteceda a la obra plasmada en la voz. Además, cuenta que en este último tiempo trabaja en una novela denominada “Los 20 revolucionarios”: “Es como un policial político. Tiene que ver con el terrorismo asiático, la alta tecnología y toda la discusión propia de la vanguardia política”. Mario admite que su novela es “fantasía”, pero que generalmente toca “temas políticos”.

“La política es dibujo”

Con una sonrisa sarcástica, Mario admite que es mucho más fácil poder llegar con el arte a ciertos lugares cuando se puede hacer bajo la estructura del Estado. “Haciéndolo a pulmón y parando en pensiones y no en hoteles es mucho más difícil que la gente nos escuche”, asegura. Entonces, a pesar de llevar su obra por distintos lugares con total libertad, también se da tiempo para trabajar en el proyecto denominado “Nutrición en vivo”. “Se lo menciona como Plan Nacional de Seguridad Alimentaria, pero en realidad es asistencialismo”, advierte. Pese a eso, Mario y otros artistas le sacan su lado bueno y llegan a la gente mostrando otra forma de divertimento y con distintas obras de teatro, en los lugares más humildes del país. “Nosotros enseñamos así a alimentarse”, asegura.

Con ese proyecto Mario cuenta que viajan por Argentina desde hace seis años. Realizan alrededor de 15 funciones por ocasión y en total tienen un público aproximado de 7.000 personas, entre niños y grandes. “Aunque el gobierno después dice que fueron 10.000 espectadores. La política es dibujo”, tira con impunidad irónica.

Desde muy joven este experimentado artista callejero siempre escribió poesía. Dice que estudió, aunque no terminó, contrabajo y violonchelo. También admite que, como todo escritor, lo “apasiona el periodismo”, pero no lo ejerce. Y en la noche del miércoles, con el calor disipándose de a poco, disfruta de su vocación artística. Hasta que un inspector de la Municipalidad de la Ciudad de San Juan se acerca junto a un policía para advertirle que esa actividad está prohibida sin permiso municipal previo. Entonces Mario se apura a guardar sus cosas.

Antes, una mujer policía, lejos de pedirle que se vaya del lugar, le pregunta sobre Clarita y Colo, sus personajes. “Clarita y Colo son una pareja, es una historia de amor. Clarita es porteña y siempre dice ‘esto está bueno verdá, verdá’ –comenta entre risas-. Y Yenesio es un perro que viene del campo a ver la ciudad y a decir que está bueno conocer San Juan”. La conversación con la curiosa uniformada finaliza, y con la noche encima de la plaza 25 de Mayo la labor artística se despide de otra jornada sin estructuras rígidas:

- ¿Cobra por la función?

- Paso la gorra.

- ¿Y cómo le va?

- Y… más o menos…



Pablo Zama.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola loco de las letras, me gustó lo del artista sin gomina.Hay que ser un valiente para vivir de semejante convicción en estos tiempos. Son la clase de personajes que nos demuestran que no todo está perdido, que en algunos lugares queda un cachito de libertad para vivir

Un abrazo

Agustín (no soy bmiembro del serpentario de gordas y feas que combate al A. Aegypti)

Pablo Zama dijo...

Hola hermano!! Es cierto, esta clase de personas son las que se animan a vivir y realizan su libertad sin tener que depender demasiado de los placeres económicos y de estatus. Son ejemplos de ser que se nos cruzan permanentemente por adelante, pero la mayoría de las veces no los vemos.

Un abrazo!

Zama (es bueno saber que no sos miembro de eso, tal vez ya sean el propio dengue).

Anónimo dijo...

zama exelente cada vez mas me atrapan tus narraciones!!!!!