sábado, 5 de septiembre de 2009

Fabricio Pérez:



La espera, de lo inminente


Sus canciones nacen de los sonidos que escuchó desde la niñez. Grabó “Mano sin fin”, su primer video (ver arriba). Un estilo que mezcla algo de folclore con rock. Letras que no incluyen nombres propios. Preguntas que cachetean la existencia. Desde el Dadaísmo al Surrealismo. Esta noche, en Stilo Bar, Pérez Escansión (la medida de los versos).



Algo está por explotar y romperse. La fragilidad de la existencia.


La inminencia de una explosión que parece no llegar y el filo angustiante de la incertidumbre por aquello que se desconoce. Es una carga ancestral de preguntas sin respuestas. La indigencia de previsibilidades que sumen en la impotencia existencial. Todo, conjugado en ese exquisito placer para el artista de fabricar mundos, ahí donde no se ve otra cosa que la pantalla de una realidad carente de certezas. En ese plano, casi caído de todos los planos de la rutina, hay un quiebre creativo que estalla en una canción cuyo rumbo se desconoce, porque las distintas interpretaciones reinventan permanentemente al objeto creado. En ese juego de esquivarle a las convenciones, Pérez es canción y esta noche, desde las 23:23 toca en Stilo Bar (Mendoza y General Paz).


Este joven estudiante de Comunicación Social en la Universidad Nacional de San Juan (tiene sólo 23 años) está decidido a dejar que su transgresión interna hable y que hable a través de esas letras que no tienen nombres propios, con oraciones, en su mayoría, unimembres. Un estilo que deviene de la construcción conjunta de todo lo que fue pasando por sus oídos y de la digestión que hizo ebullición directa hace un año para que este cantautor dijera: esto es lo mío. Desde Luis Alberto Spinetta a Mercedes Sosa, todo. Todo en una alquimia que ahora demarca un estilo que goza de la etiqueta de lo alternativo (aunque a él no le guste ese mote) y lo genuino, salido desde las vísceras mismas de un momento de expresión que sólo llega y se plasma en una canción, ese momento que no puede explicarse y “es una sensación totalmente liberadora”, como dice él mismo.


Se llama Fabricio Pérez, es sanjuanino, y es muy difícil encasillarlo en alguna categoría definida, tanto en el plano artístico como en el plano personal: es sólo Pérez. Con la grabación de su primer video –Mano sin fin-, en forma casi casera y subido a youtube (ver video –grabado en la zona del triple límite entre Capital, Rawson y Rivadavia, cerca de Urquiza y Circunvalación) empieza a dar a conocer sus fabricaciones artísticas, despegadas de toda pose y con el sólo objetivo de intentar transferirle a su público lo que se encuentra en ese espacio extraño de la inspiración: entre lo que sale de algún lugar desconocido y lo que queda después plasmado como letra y música.


Fabricio se considera “híper fanático de Spinetta”, aunque cuenta que le gusta toda la música. Tocó desde los 15 años en bandas de rock y hasta tuvo una incursión por el jazz. Cuando llega la pregunta sobre quién es Pérez como artista, además de rotularse como un tipo de la calle, él dice: “Toco el charango, la guitarra y el bajo como me sale y hago canciones entre folclore y rock y todas las cosas que he escuchado, nada más”. Sus influencias en la niñez fueron los Beatles, porque los escuchaba su padre, y el rock argentino de los ‘80 y los ’90. Actualmente, además de tocar como solista, desde hace un año participa en una banda de rock llamada El Futre (que toca sólo temas propios).


Mano sin fin


“En realidad el video fue una empresa que nunca supimos bien por qué se hizo. Que la armamos con tres amigos, que fue medio en joda y medio en serio. Lo hicimos con un amigo que es director de cine y una amiga que edita, es diseñadora y también estudia Comunicación”, cuenta Fabricio. ¿La idea?: “Fue tratar de reflejar un poco lo que decía la canción, que se refería a la inminencia de algo que se podía romper, de que todo es inminente en algún punto, que todo puede ser. Entonces las imágenes en general son de un transcurrir de alguien caminando hacia algo, no se sabe qué, y la persona que habla, que en definitiva soy yo, está siempre esperando una explosión o que algo pase, que algo estalle, que es inminente. También habla del lugar en el que se pueden encontrar, donde pueda explotar eso finalmente”.


-¿Es una canción de la espera?

Sí, puede ser. Es una canción de lo inminente, por eso las imágenes del sin fin, por eso el ejemplo de la sierra metálica, como que todo está por ser y siempre es así. Además, la idea de la mano tiene que ver con la transmisión a través de la música, de las bocas de los instrumentos y de las manos que los ejecutan. Entonces es como que las manos en esos momentos inminentes no tienen fin, no van a dejar de rasguear ni de tocar. Por eso lo de la sierra, por eso los vasos, por eso la mujer mayor como signo de lo frágil, por eso lo del vidrio también. Es como que está todo a punto de romperse.


-¿Te acordás cómo surgió la letra, cuál fue la motivación para escribirla?

Sinceramente, no tengo idea. Mis letras generalmente hablan de lo mismo, de la relación del artista con lo que está por decir y el momento en que lo dice, además del momento en el que uno se está encontrando con el que lo escucha. No es nada nuevo, lo hizo Borges a Cortázar, lo hicieron millones de artistas antes que yo, pero es tan inabarcable que me surgió a mí también.


-¿Una construcción conjunta y, a la vez, una propiedad de nadie en particular?

Sí, en definitiva lo que estamos haciendo es encontrarnos en ese momento el emisor y el receptor en una canción. Es un encuentro extraño, pero es un encuentro al fin. Y es un encuentro que cada vez que se activa es y no deja de ser. Es como cuando Borges hablaba de los libros y que todas las historias están en una. No me considero un artista todavía, pero creo que a los artistas en general les atraviesa esa idea. Y yo quizás esté cerca de eso.


El estilo


Fabricio aborrece los géneros, le huye a las poses de los artistas y a las poses en general. Por eso se infiltra en eso que se conoce como “arte alternativo”. Sin embargo, Pérez ya dijo que no se considera todavía un artista y tampoco quiere el mote de “alternativo”. Entonces, ¿estilo?: transgresor, Pérez, nada más. “Creo que uno hace lo que le sale, es una manifestación -dice- De hecho tengo canciones folclóricas y tengo otras canciones que son rock puro y otras que parecen cumbia. Porque no tiene sentido el encasillamiento y la separación, la música es una”.


-En Mano sin fin se ve algo muy original, un poco de folclore, pero también hay algo alternativo, ¿cómo surge esa mezcla?

Veía que en Argentina había un resurgimiento en el folclore, pero desde otro estilo. No me gusta decir esto, pero le llaman “fusión” o “folclore alternativo”. Para mí son simplemente las mismas formas, los mismos sonidos que el folclore inevitablemente iba a tomar, como el rock obviamente tomó o como cualquier movimiento que necesitaba adecuarse a los tiempos que corren. Entonces me interesé mucho por ese tipo de música, que tiene muy buenos representantes, como Mercedes Sosa. Y así surgió Mano sin fin, no sé qué estilo o género es, porque tampoco es folclore sino que tiene aires de todo.


Toda esa estructura desestructurada de hacer música, toda esa alternatividad y esa mezcla van impresas también en su primer disco y que está en las vísperas de ser grabado. Pérez da a conocer a su criatura: “Esas canciones hablan un poco sobre eso de encontrarse en la canción, de las manifestaciones de uno. Hay muy pocas que hablan de algo en particular. No utilizo nombres propios. Son canciones que tienen muy poca letra, de hecho el disco se llama Escansión, que es un modo literario que tiene que ver con la métrica de los versos y cómo se ajustan esas métricas a ciertas otras cosas. Además, mis letras son siempre de pocas palabras, son oraciones unimembres, generalmente. Y el disco va por ese camino”.


-¿Cuándo escribís tenés una técnica parecida al automatismo psíquico, de los poetas que escriben lo primero que va saliendo y le van dando forma, y que en ese proceso se encuentran con algo que tenían adentro y no lo conocían?

Exactamente. Siento mucha conexión con esa primera etapa del arte del siglo XX, del Surrealismo y el Dadaísmo. No porque sepa demasiado sobre eso sino porque me encontré un día con que funcionaba así, como yo lo hacía. Te salta algo desde adentro que ni siquiera sabías que tenías y se despierta una inconsciencia extraña.


-¿Al momento de la creación cómo la definís?

No sé, para mí es casi una necesidad. No sé cómo decirte qué es, pero no es un momento difícil, es totalmente liberador. Lo siento así, liberador, no lo siento un momento complejo, ni complicado. No impongo escribir algo: sale y ahí quedó.


-¿Cómo toma tu música la gente cuando tocás en los bares?

No tengo idea… te miran con cara rara (risas). Pero no me parece nada extraño tampoco lo que hago.


Esta noche, en Stilo Bar, Pérez se enfrentará otra vez al público. La ansiedad tiene el mismo tamaño que las expectativas. Fabricio anticipa que además de su música, con sus amigos van a montar proyecciones, entrevistas entre canción y canción y habrá postales para entregar, en todo un show a lo Pérez.


Además, esta noche Fabricio echará a volar otra vez su arte del que asegura que ya es su vocación, porque “hace casi un año decidí dedicarme definitivamente a la música, porque me di cuenta que realmente tenía cosas mías, que por ahí el nivel que tenía podía ser importante y que lo que estaba diciendo era interesante para que alguien lo escuchara. Quizás cuando me di cuenta ya era un poco tarde, aunque he estado en diferentes bandas desde chico”. Fabricio toca la guitarra desde los 12 años. Así empezó todo. Y así seguirá hoy.



Pablo Zama