domingo, 1 de febrero de 2009

Remándola, para ser.....




Bienvenida realidad


Una dedicatoria en la solapa de un libro desconocido: “Pa´ los insensibles de siempre”. Escribir es, en el fuego de estos días, en la convulsión por resurgir, suturar el dolor social. Por eso, parado frente a la pared, escribo mi grafiti: “Un poco de afasia pa´ aquellos que se jactan de lo que no hacen”. Son los mismos que van a la villa a hacer campaña con el hambre de la gente, tiro desde las vísceras. Una dádiva que no alcanza para apagar los incendios que ellos mismos causaron en el estómago de esa misma gente que en ese mínimo instante los idolatra.


Descubro una realidad, después de caminar otra vez por las calles por las que siempre voy. Pero el recorrido es inverso: descubro la realidad y después salgo a la calle a caminar, creo. En la propaganda encubierta logro distinguir algo: un sofisma mal argumentado. “Hay menos pobres, porque ahora casi nadie se queja por no poder comer”. No quiero armar un silogismo, las premisas que se me ocurren me llevarían directo al espanto. El silencio ya no es ni siquiera por miedo, es fácil acostumbrarse.


Ingresa un poco de aire por esta ventana, del lado de la calle. Alguien pide una moneda, consigo información, y surge la disyuntiva: darle para que no le peguen, no darle para romper con el circuito perverso.


La necesidad que se acomoda a la codicia naufraga por rieles siniestros, en ocasiones. El fuego se expande por todo el resplandor en el que los sinrostro chocaron del lado del murallón, el que se encontraron en el rincón de la avaricia.


Empezar a entender: es hacerse cargo. Otra gambeta a la anestesia. Un auto rayó en la esquina, el ruido impacta. Otro ninguneado cayó al piso. Muchos mueren antes de saberlo. Millones de números anónimos caminan por las calles, sin reconocerse, obviando preguntas existenciales. La infinitud pasa casi desapercibida, la visión hace que a veces: haya que tirar todo a la mierda. Empezar de nuevo. Reconstruirse, caminar otras calles: ahí el sonido es distinto, elección superadora.


Esto huele otra vez a grilla de largada. Ese que se postula, el candidato de la gente, no es más que un insomne ambicioso, que corrompe sus ideas, en pos del poder, me aclara un singular cartel. Entonces entiendo: el que se corrompe por primera vez se corrompe para siempre.


Todos los días vale construir un castillo imaginario, para derribarlo si vemos que no sirve. Así, desde las cenizas, desde el llano, las cimas se ven diferentes. Tal vez estemos equivocando las cimas. Seres que tiran sus ideales a los perros callejeros, para poder ser… lo que jamás serán.


Un sorbo de escepticismo se figura en mi mente: tal vez el camino sea amorfo, la salida no existe. Hay gente que cambió la mano, en este sistema perverso adonde prima la voluptuosidad de los autos cero kilómetro y los billetes europeos. Cuidar la pureza de la palabra, la honestidad moral en medio de tantos mercenarios, el respeto a la calidad por sobre la envidia: sólo una utopía.


Basta colocarse del lado de los sinrostro para percibir el silencio de la opresión. Un camino fangoso. Ruidos de victoria que se esconden, solapados, sobre una masa eufórica en un Boca – River. Es el grito del dolor, callado durante tanto tiempo.


Camino otra vez por esas calles y recorro miradas que alimentan de significado mis suposiciones sobre el afuera. Historias anónimas que merecen un detenimiento en el tiempo, un conocimiento, enfrentar la realidad. Pero, una vez más, creo en los sinrostro, confío en ese vagabundo, y converso con el ciruja. Las calles, atiborradas de sonidos noctámbulos, debajo esconden, sin embargo, otros rieles, permisividades, que laceran con el tiempo, el cambio de rumbo que a veces emprenden las sociedades.


Jaque-mate. El tiempo se fue contra el paso subjetivo de los días: ahora el mecanismo de control es otro. Consumimos porque no vemos, aturdidos en el “qué dirán”, siendo presos de una ambición que no existe más que en nuestras mentes, construida por convención con otros iguales.


Punto!! El sueño no se apagó..... a pesar de todo.



Pablo Zama