lunes, 26 de mayo de 2008

Asesinatos y gente de sangre fría


“No quiero más, estoy en el auto desde anoche. Encima, laburás como negro para no ganar nada y corrés el riesgo de que te metan un balazo en una villa”. El reloj marca más de la dos de la tarde. Voy en un remis cargado de bronca contenida. El chofer me cuenta sobre sus anhelos: conseguir un laburo con menos exposición al delito, poder tener la certeza de que algún día va a salir a la calle sin correr el riesgo de que lo asalten. “El gobierno miente. Te hablan de sensación de inseguridad, yo ando en la calle y sé lo que pasa. Lo que te muestran en la televisión no es nada comparado con lo que pasa en realidad, aquí hay robos todos los días. Hay que andar en la calle y ver lo que vemos nosotros”. Esto que ya parece una charla de diván se va transformando en un vínculo extraño. “¿A qué te dedicás vos?” “Soy periodista, he trabajado en los diarios”. “Uhh! Se debe cobrar buena guita ahí, no?” Lo miro. Tengo ganas de sacar la cabeza por la ventanilla, vomitar y largarme a la avenida para gritar. “No te creás, se paga muy mal en esta profesión, muy mal”. “¿Hasta dónde me dijiste que vamos?” “Hasta la plaza Laprida”. Toma confianza y me cuenta, a mí que soy un anónimo para él, sus cosas. “Hace un tiempo trabajé para la Barrick, ganaba bien”. “Claro, pero en ese caso debe ser complicado el tema de poder ver seguido a tus hijos?” “Ahora es peor, no estoy casi nunca en mi casa, paso de largo y gano mucho menos. Me gustaría volver a subir a la mina”. Para esta altura no me da ni para hablarle de contaminación, ni de regalías mineras. Hay una dicotomía extraña. Me refiere que quiere laburar ahí para darle un buen futuro a sus hijos. El tipo está desesperado. ¿Qué futuro? La misma frase es verdadera y falsa a la vez: “Para que mis hijos tengan un mejor futuro”. La frase ambigua que se ha posado en la provincia y que ya no vale la pena contradecir cuando el que está enfrente es un padre desesperado. Viajamos en un Peugeot que está a punto de perder su puerta derecha. “Cerrá fuerte, no quiere más esa puerta”. “¿El auto es tuyo?” “No, ojalá fuera mío. Si fuera mío tendría más ganancias. Yo tengo que darle la mitad de lo que hago al dueño del coche”. Me habla de Kristina. “Se la van a mandar con lo del campo, ya vas a ver. Aquí se va a armar una más o menos, esa mina no sabe nada. Ya no creo en ningún político, no hay uno que no robe”. “Es aquí, dejame por Libertador. ¿Cuánto es?” Prácticamente me asalta con la tarifa. “Ah, menos mal, ¿es eso nada más?” El tipo no entiende la ironía. “Sí, es eso nomás”. “Muchas gracias, que tengás suerte”. “Dale, igualmente hermano y contá en los medios lo que nos pasa a los remiseros”. Cierro fuertemente la puerta destartalada y me voy.


Me quedo pensando en lo que me acaba de decir el remisero. Me quedo pensando, sobre todo, en el tema de la inseguridad: “Hay que andar en la calle y ver lo que nosotros vemos”. Pasan los días. La crónica policial me da un síntoma que confirma la frase precedente: “Matan a un remisero de un tiro en la nuca en un robo” .


Mauricio Vega tenía 32 años, fue asaltado a la salida de un boliche y rematado de un disparo en la nuca. Fue a la madrugada. Los pares de Vega marchan pidiendo que el gobierno tome medidas en cuanto a la inseguridad. El gobierno se guardó, por ahora, en el bolsillo el dicho de sensación de inseguridad. Buscan a los culpables del crimen. Me acuerdo del remisero que me llevó hasta la plaza Laprida: en este momento debe estar pidiendo que busquen a los culpables de hacerse los sotas cuando se sabía que la vida de los remiseros está en peligro constante, que los robos se dan todos los días, que laburan toda la noche y parte del día para poder conseguir acercarse a una vida digna. Hoy han marchado hasta la terminal con los coches. El debate se impone. Las tapas de los diarios han sido copadas por este asesinato. En la calle la gente habla del tema y sacan conclusiones. Están detenidos los presuntos autores del hecho. Aquí la policía actuó rápido y el gobierno ya cree estar resolviendo un caso complicado. Y, como siempre, se atiende a las consecuencias y no a las causas, que son fallas estructurales de este sistema. La familia Vega llora y sufre por el asesinato de Mauricio. El intendente de 9 de Julio dona un nicho para que pueda ser enterrado el joven remisero. Por unos días se continuará hablando de esto y los medios harán un seguimiento del caso. Pasará el tiempo. La agenda de los medios de comunicación será copada por otros temas. Las aguas volverán a calmarse. Y, en unos días más, para el gobierno todo volverá a ser una mera: sensación de inseguridad.


Estoy en Chimbas (zona tildada de peligrosa). Es de noche. Le hago señas al mismo remisero que me llevó a la plaza Laprida. El tipo sigue de largo y con el dedo índice me dice que no puede tomar el pasaje. Hace frío. Al hombre ya lo terminó de copar el miedo. Yo decido seguir mi rumbo caminando. Y él, tal vez, vuelva a subir a Veladero.




Pablo Zama.

lunes, 19 de mayo de 2008

Nelson Castro: La prensa como contrapoder


(Texto publicado también en www.diariolibre.info)


El prestigioso periodista de TN disertó en la Facultad de Ciencias Sociales de la UNSJ el viernes. Disparó contra la instalación del observatorio de medios. Detalló el rol que el periodismo libre debe tener. Y aclaró: “Sé perfectamente lo que está pasando con la prensa en San Juan”.




Por Pablo Zama


Hay una sociedad a la que se le sesga la realidad. Hay un demonio en las calles llamado censura que corrompe cada día más a una provincia que por todos lados intenta evadirse de una verdad que se torna intolerable. Y ese reflejo que se muestra en la epidermis de una lastimadura profunda que, lejos de suturar, cobra día a día mayor terreno en la piel de los sanjuaninos. Ese reflejo, se niega para poder soportar lo que en realidad se vive.


Con este escenario, así dispuesto por el poder de turno, recalan a conversar con los sanjuaninos periodistas de la talla de Nelson Castro. Periodistas que vienen desde Buenos Aires pero que, quizás, están mejor informados que muchos de los ciudadanos sanjuaninos de lo que pasa con la prensa, corrompida, de esta provincia.



“Me quieren vender / la noche por luz / la calma por la tempestad / y yo quiero saber / dónde diablos está / donde diablos está la verdad…” (Nito Mestre).




En este espejismo de provincia, donde el sofisma es la primera verdad. A este espacio sin debate, llegó el conductor del programa El juego limpio del canal Todo Noticias, el columnista de diario Perfil, el conductor de un programa radial en Del Plata, el autor del libro Enfermos de poder; llegó este excelso periodista, a tener con los sanjuaninos una comunicación cara a cara en la Facultad de Ciencias Sociales de la UNSJ. Estuvo el viernes para conversar sobre el conflicto del gobierno nacional con el campo, pero también habló del observatorio de medios y apuntó estar sabiendo muy bien lo que pasa en San Juan con la prensa que, cada día más amordazada, se desnaturaliza y se pierde en los abismos de la mera difusión propagandística de lo que el poder de turno quiere que se muestre.


El observatorio de medios. Durante la exposición, Castro aclaró que el documento elaborado por profesores de la Universidad de Buenos Aires respecto a la nueva ley de radiodifusión “carece de seriedad científica, es un documento que se puede redactar en 48 horas”. Pero antes de la elaboración de ese documento: “Aparece esta furibunda andanada de ataques del gobierno contra la prensa y en este caso en particular contra el multimedios de Clarín. En este contexto se inserta el observatorio de medios. Es muy interesante lo que ocurrió, porque el observatorio de medios surge como consecuencia del disgusto de la presidente por lo que fue la cobertura del conflicto del campo”. Y el periodista que en su programa le dijo a Cristina Fernández de Kirchner que para gobernar también hace falta sabiduría además del “aguante” que ella dice tener, siguió: “¿Qué es lo que ocurrió?, fue muy fuerte evidentemente la imagen de la presidente hablando, en simultáneo, con la tecnología que hoy nos lo permite, y tener la imagen de la gente del campo también. Y evidentemente fue muy fuerte el tema de cómo se instaló esto y sobre todo la filmación de las fuerzas de choque que envió el gobierno”. Según Nelson Castro la discusión sobre la nueva ley de radiodifusión fue instalada para desviar la atención. Y que una discusión seria sobre este tema devendría en beneficiosa para la Argentina, porque si esto se da la pertenencia (el monopolio de los medios de comunicación por parte de políticos afines o no con el poder) no tendría cabida. “Lo que ocurre es que de forma directa o indirecta las espadas políticas de cada provincia tienen sus medios, ¿pasa acá no es cierto?”, apuntó Castro y la sonrisa con ribetes irónicos y sarcásticos de los presentes fue clara como contestación. “Pero esto no es lo que quiere el gobierno”, manifestó, y dejó entrever que lo que se busca en este caso es, claramente, la censura.


El contrapoder. Nelson Castro dejó su concepto de prensa libre en medio de esta tumultuosa relación del periodismo con el actual gobierno: “La prensa libre es siempre un factor de contrapoder, esto es lo que quiero marcar. Esto es un concepto básico de las ciencias políticas, de las ciencias sociales. ¿Qué significa en la prensa contrapoder? Significa que el periodismo tiene diferencias psicológicas y metodológicas con el poder, y lo resumo: el que tiene poder quiere tener cada vez más poder. Nosotros, los periodistas, la prensa libre estamos exactamente en lo opuesto. Por eso somos contrapoder, no es que estemos contra el poder de turno. La prensa libre es esencialmente plural”. Y en el contexto actual: “Como hay opositores pero no hay oposición como entidad política, el gobierno toma a la prensa como el elemento de sus desvelos. La historia demuestra que esta batalla siempre la pierde el poder cuando en la sociedad reina el ánimo de real democracia. Por eso la sociedad debe entrar en el debate de los medios, la sociedad debe interesarse por lo que pasa con los medios”.


El atropello contra la prensa en San Juan. Después de los 20 minutos acordados para su exposición, Castro se dispuso a escuchar las preguntas del público. El doctor Ernesto Lloveras (periodista radial) pidió el micrófono y apuntó lo que muchos de los presentes querían dar a conocer: “En la provincia de San Juan no hay un sólo programa como el que hace usted, no hay un sólo programa de debate en televisión, ni en radio, mucho menos en los medios gráficos. El periodista o la persona que quiera hacer un programa de debate no lo puede hacer en San Juan. ¿Cómo salir de este atolladero, donde no tenemos libertad de expresión, donde el pueblo necesita eso pero se siente temeroso y por otro lado los medios no pueden prescindir de la pauta publicitaria oficial porque directamente no pueden pagar los sueldos?” Esa mordaza que enfrenta día a día cada periodista sanjuanino, ese asalto a la libertad de expresión de la sociedad termina confluyendo en la apatía hacia la realidad, porque es imposible querer saber lo que no se puede contar. Entonces la evasión confluye en dar a conocer lo único que se puede: la realidad cercenada, impuesta por la agenda oficial. Nelson Castro esboza su opinión respecto de la pregunta precedente. Y la solución, según el periodista de Capital Federal, es la unión de los trabajadores de prensa del interior en una red: “Este es un problema estructural muy importante y muy grave que tiene el país, no solamente aquí. Pasa en casi todas las provincias y pasa, en menos escala, en la ciudad de Buenos Aires. Yo creo que acá nosotros tenemos que ver cómo trabajamos fuertemente en esto para despertar a la sociedad. Conozco mucho lo que está pasando en San Juan, ya lo conocíamos y hoy tuvimos un detalle más, confirmatorio de esto, por parte de la propiedad de medios del gobernador o de personas allegadas a él, de esta presión de la cual terminan siendo cómplices también las empresas privadas porque hacen negocios espectaculares. Alguien me recordaba hoy algo que yo no había advertido: que San Martín de San Juan tiene el eslogan de San Juan minero en la camiseta, lo cual da origen a todo este tipo de cosas.” Y continuó: “Es muy importante saber qué hacemos nosotros como periodistas, cómo nos unimos en esa red, porque a veces también en esta profesión el individualismo nos lleva a no darnos cuenta de esta necesidad que tenemos de aunarnos. Creo que en algún momento tendrá que surgir alguna red de periodistas de todas las provincias argentinas planteando esto en forma orgánica, documentada, en el sentido de que es muy interesante el aporte de la mayor cantidad de casos (de censura)”. Y terminó de lanzar: “Y sería demoledor para el gobierno, en este contexto, aparecer con esta realidad. Ojalá lo puedan hacer en San Juan, organizándose; uno sólo no lo puede hacer”.


Es muy probable que el acostumbramiento a esta forma de sometimiento (que es una de las peores cosas que le puede pasar a un ser humano: acostumbrarse) haya hecho mella en muchos periodistas (por coacción de la libertad de empresa e intereses del poder de turno) y ya casi no pueden disponerse a pensar sobre lo que está pasando acá. La situación es muy grave, gravísima. Y la voz de alto no la escuchamos más que en unos pocos. Nelson Castro, que no es blando en sus comentarios, gatilló: “Esta es una situación terrible, terrible, porque además es generadora de una hipocresía tremenda. Es muy interesante esto porque después, muchos de los responsables de estos gobiernos, aparecen en Buenos Aires con una imagen democrática, plural y amplia, y no lo son. No lo es el gobernador actual de San Juan, no lo es el que anduvo antes, no lo es nadie”.


Como lo marcó durante la conferencia el conductor de El juego limpio: el debate desde las universidades se hace muy necesario en estos contextos, porque esa es la función de la universidad, que no debe ser adherente al poder político de turno sino que debe tener su propia autonomía. El periodista dejó su opinión: “Hay que aspirar a la universidad como debate de ideas. A la enseñanza, la instrucción y la formación de la persona en un contexto de concepto ciudadano (…) Hay falta de debate como concepto, porque el debate significa exposición de ideas diferentes”. Ahí nomás, la licenciada Rosa Mercado (profesora de la UNSJ y ex directora de Radio Universidad) afirmó: “Quienes queremos mucho a la radio de la universidad y la hemos visto nacer con otra génesis, de inclusión, de voz de voces, vemos que está condicionada en su gestión actual. Pero además, dentro de ese marco de avance que tiene el gobierno nacional respecto de los observatorios de medios se quiere cooptar a las radios universitarias y a las radios comunitarias”.


Este debate que falta, las opiniones sobre un tema que es tabú en este San Juan manejado como un feudo, se instauró por casi dos horas en el salón de actos de la facultad de sociales el viernes. Esto marca que no es imposible confrontar ideas. Y esto demuestra que, tal vez, el temor a hablar por miedo a represalias que tiene un importante sector de la sociedad se disuelve dando paso, poco a poco, a la posibilidad de dar a conocer lo que realmente está pasando en la provincia. Pero claro, con una prensa sorda, ciega, muda y enferma de afasia por coacción, se hace muy difícil arribar al debate. Y en esta realidad condicionada, perpleja y distorsionada, sin embargo… ¿existirá la posibilidad, algún día no tan remoto, de la construcción de una red de periodistas como lo incentiva el conductor de El juego limpio?




“Cuando entre la prensa libre y el poder no hay tensión, algo está pasando con la prensa libre”.

(Nelson Castro).

lunes, 12 de mayo de 2008

El túnel



La oscuridad. El placer que se bifurca, se nutre del abismo. El grito que se escapa en la noche. El caos, lo apócrifo que se vuelve importante. El miedo a no tenerte. La felicidad de poder mirarte por lo menos lejana. Un sorbo de cianuro y el revólver que se estrella en mis sienes.



Lejos de ese caos alguien duerme y fuma. Lejos de esta vida hay silencios que se estorban en los muros. Presos los sofismas que engendramos destruyen sus argumentos. El presente pasa efímero por entre este trago que ya no recorre mi garganta y sin embargo me quema el alma. Apago el retrovisor. Algo me aturde. Algo me oculta el abismo que sé que reside en alguna orilla que conozco. Algo acribilla la certidumbre. Enciendo la rutina. Algo explota todo el tiempo. Tengo miedo, eso creo. El mundo es de papel, me dicen. Tengo un laberinto que descifrar. Algo estalla. Pero no es nadie, porque estoy solo en esta penumbra. Conozco esa mirada. Esquivo el presente. Corro desesperado a ningún lado. El silencio es aterrador. El túnel es inmenso. Busco la puerta, no hay salida. Grito. Grito hasta enloquecer. No miro a nadie, no veo nada. No hay nadie ya en el túnel. Estoy solo. El revólver vacía su tambor en la penumbra. Lloro. Te percibo. Le miento al destino. Rompo este papel de letras expulsadas desde la niebla. Arrugo las palabras de este futuro incierto. Vuelvo a la orilla del mundo y escribo:




“Todavía escucho esa música. Me estoy esperando en algún lugar. Todavía veo de un ojo. Mi espejo no se ha corrompido aún”.




Salgo a la calle. Nadie percibe que estoy. Camino. Soy anónimo. Soy un número, un código de barra encerrado. Los barrotes resisten mi presencia. El guardia de la esquina mira mi DNI, que no existe. Finjo la libertad todo el tiempo. Algunos creen en la mentira de mi existencia. Están al lado mío, y suponen que no pregunto nada. Entonces te busco. Te veo mientras leo:




El grito fue en vano. Yo grito sin que un sonido se despegue de mis cuerdas vocales. Estoy contribuyendo a este silencio. Porque hablo sin poder decir lo que realmente quiero”.




Me levanto en esta noche. Caigo sobre mi escritorio. Estoy todavía en la oscuridad. Prefiero no prender la lámpara. El café está frío. Escribo hasta enloquecer. Me despeino. Me quedo sin ropa. El sudor se vuelve insoportable. Intento despojarme de este silencio. Rompo el papel sin poder leer la primera línea. Destruyo las frases. Todavía escucho esa música. Estoy mareado. Choco contra la pared. Caigo sobre el piso. Estoy desecho. Me levanto como puedo. Fumo y bebo sobre mi pensamiento. Decido mirarte. No hay relojes en la oscuridad. Siento impotencia. Pero todavía veo de un ojo. Siento el caos. La soledad me apabulla. Llevo varias horas sin dormir. Escribo sin parar. Pero rompo cada papel. Me alejo del escritorio. Le pego al espejo hasta trisarlo. Los vidrios no me cortan. Me acerco a la cama. Te contemplo sin recordarte. Estás destapada. Ya no escucho a nadie. Fumo sin querer hacerlo. Te miro desde la orilla. Me acerco. No salgo de la penumbra. Me acuerdo de la libertad. Te estoy tocando. Sigo escuchando esa música. Me acuesto. Viajamos en el túnel. Te miro. Te escucho a lo lejos. Mis cuerdas vocales deslizan algo. No existo, pero al menos vivo. Me acerco. Te digo: “Te amo”.




Pablo Zama.

jueves, 8 de mayo de 2008

blanca-espera



(Texto publicado en la revista literaria Pervertida Psiquis en el 2006).


pasó el avión de contramano por la avenida del cielo. él la vio pero no supo nada hasta que las imágenes verdes doblaron la escena y entonces entendió lo de la existencia y ya no volvió a preguntarse nada transitorio. es más, el futuro quedaba vedado de toda proyección tangible.....



está en la calle dado vuelta gritando!!

está en todas partes vuelta-dado aullando!!

huye de las náuseas de su propia intrepidez

alimenta la vida con esa intensidad

está nervioso!!

vuela!!

corre!!

ha dejado de mirar

no lo puede creer pero está ahí

ruge en imbecilidades disímiles

vuela!, grita!, huye!, corre!, aúlla!

no sabe quién es!!

no piensa nada



permítaseme una interrupción, el piloto pidió volver, fue denegada su moción, desde entonces no ha dejado de llover sobre la nave.....



ya no siente, pero respira

ya no vive, pero late

está en todas partes

y en ningún lado su reflejo existe

ya no mira!!

pues sus ojos lo han dejado

grita pero escucha nada

patalea!!

llora desconsolado!!

se rasga la piel!!

pero el hedor lo va paralizando

se siente explotar!!

está en la calle!!

está en el mundo!!

no es mucho

es la nada!!

no reacciona pero está

no le duele pero llora

va a seguir así, lo da por seguro

está volando en tren!!

el efecto es perpetuo

no comprende

ya se ha ido.....




"sobredosis de vida" dijeron en el matutino. el papel estaba un tanto arrugado, en la calle la lluvia había hecho estragos, la nada de estar solo-en-el-mundo lo había fusilado a la intemperie. no, no era posible que sus ojos lograran descifrar el enigma de los días. su copiloto estaba durmiendo y él, dueño de su nave, no supo aterrizar.....



Pablo Zama.

domingo, 4 de mayo de 2008

Tribuna de Primera: Un llanto interior



(San Martín perdió como local ante Olimpo y el sueño de seguir en la elite corre serios peligros)


El centro al área chica, en esa milésima de segundo que precede al final, cae y brota con esperanza, desde el sector derecho (en el córner) disparado sorpresivamente por el arquero Ezequiel Medrán. La pelota sale hacia atrás. Martín Bravo dilapida la última oportunidad. La bocha pasa, esquiva, como toda la tardenoche del sábado, lejos del travesaño. Brazenas señala el centro del campo de juego. Destino final, un llanto en la noche.


Un hincha se toma la cabeza, grita, patea algo en la popular. Un aullido estentóreo viaja por todo el estadio, una sensación que pierde la esperanza y la ilusión en un túnel oscuro, en un instante difícil de digerir. Sin embargo, lo último que se pierde es, justamente, la esperanza, dicen. Y por eso, más allá de que la garganta se le anude y las ganas de llorar por miedo al descenso empiecen a germinar por primera vez, este hincha saca un último aullido de guerra y despide a su San Martín de Primera con un “dale verde, dale verde” que se le clava en las vísceras. Tiene un puñal enquistado en los suburbios, muy adentro, de su pecho, en una noche para el olvido en la popular. Y sale del Hilario Sánchez apesadumbrado. Compra un chori. Toma el primer bondi que se le cruza en el camino. La mirada está perdida y los recuerdos de felicidad ante los equipos grandes ahora laceran.


El Verdinegro ha caído ante Olimpo de Bahía Blanca, un partido clave ante un rival directo. Las caras, en las proximidades al estadio ahora parecen adustas y vagamente consecuentes con el desasosiego que se vive.


Antes, otras imágenes efímeras: “Tonegol” baja hacia los vestuarios en soledad casi absoluta y su cara expresa claramente el momento que se vive. La impotencia del “Oso” Agüero es tremenda. Brusco camina mirando el piso. La “Rata” Bravo sale disfrazado de ignoto, tal vez pensando en que sus goles están sirviendo de poco. Todo es caótico y complicado, quedan pocas semanas para toparse con la verdad de frente. Y el hincha prefiere esquivar la frase de Friedrich Nietzsche: “La verdad es insoportable”, para dejar la puerta abierta a cumplir con un segundo sueño: quedarse en Primera al menos un año más.


El camino hacia su habitación, que servirá como refugio con el televisor encendido, parece eterno. El chori se mezcla en el estómago con esa dureza propia de los pesares que de vez en cuando siente. Pero este llanto que tiene sobre sí, adentro de sí mismo, ahora es distinto. No es el despertar de un sueño, probablemente, pero es el sentimiento de miedo a perder lo más importante que vive como hincha, y piensa en que puede perderlo en pocas semanas más. Aunque existe la posibilidad de resurrección también, y eso es lo que lo hace seguir aferrado a los pocos minutos que le quedan al Clausura de AFA, aferrado al idilio onírico de quedarse en la A.


Un amigo suyo está sentado sobre la vereda, apoyado en unas rejas, intentando esconder su rostro entre las rodillas. No llora, pero no encuentra consuelo. Más allá, un grupo de fanáticos caminan con la mirada perdida en el pavimento y el silencio es sepulcral. Otros someten una gaseosa en la esquina para dejar atrás el sinsabor. Este hincha mira desde afuera lo que vive muy adentro suyo. Camina hacia la parada del colectivo solo, esquivo a los comentarios.


El puñal es lógico, y el apasionamiento por una camiseta, el amor por unos colores, debe tener sus instantes de podredumbre del alma, piensa. Un viso de lastimaduras que tardan en suturar en la noche, tras la noticia, difícil de digerir, del gol de Leandro González.


El piso se movió otra vez, pero el terremoto ahora fue en contra. El miedo quedó instalado una vez más, el miedo a volver a la B. Un terror que en esta noche de boliches y tragos amargos le sacude un poco las ganas y… lo hace reflexionar. Pero sabe, de todos modos, que el esquema táctico volvió a fallar, que los cambios otra vez no dieron sus frutos, que se repitió en demasía, esta tardenoche complicada, el pelotazo aéreo ante una defensa impenetrable. Sabe además que la suerte no estuvo de su lado, ni del equipo, esta vez.


Lejos de ese tumulto, sin embargo, entiende que esto es el fútbol. Comprende que la revancha está el próximo fin de semana, y otra vez en casa, frente al Granate. Fito Páez gatilla: No más por hoy, por favor. El aullido que se desprende desde la popu cesa en su mente que ahora intenta despejarse de lo inmediatamente precedente, para volver a pensar en frío sobre lo que aconteció en el partido frente a los bahienses y sobre lo que está por venir. Pero hay algo que lo favorece en esta noche a oscuras: se tapó la cara, y los ojos, para no ver ese contraataque de Olimpo que declinó en el desenlace fatal. Al menos eso, logre amortiguar un poco lo que sabe que está pasando en la noche sabatina con el Verdinegro, lo que le seguirá pasando por el lapso de una semana. Al menos eso… tal vez logre modificar la realidad a su favor, por lo menos por un rato, como culto a la evasión necesaria, hasta que llegue la revancha…


Pablo Zama

jueves, 1 de mayo de 2008

Ciudad de Imposibles



Un sesgo


Los perros ya corrieron a poseer la presa, los aullidos, distantes, son brisas estupefactas que bajan de la orilla de la desidia. Las miradas parecen vacías, y es como si los ojos de los pobladores se fueran secando a medida que avanza la jauría por la calle de la Encantación. Afuera, bastante lejos del parque Ilusorio nadie sabe más de lo que le han dicho que hay que saber, y nadie quiere saber más de lo que la superficie impuesta regala por estos días.


La vida en la ciudad de Imposibles transcurre quieta y los huecos espirituales no logran ser llenados por completo. Las evasiones son entonces las cartas con que juegan los pobladores para soportar con indolencia el hecho de ser cada vez menos, frente a un televisor que dispara los aullidos estridentes de una jauría que ya es demoledora.


Y los perros van tomando las avenidas, y los ojos, cada vez más secos, se han cristalizado en la ceguera prematura de ser simplemente espejos de lo que el exterior domina.


El perro Mayor larga entonces el dictamen de aniquilar a todo aquel que logre pestañear. Aunque sabe también que tarde o temprano tendrá que barrer con lo poco que quede de humano en los pobladores de Imposibles.


En el diario El Mudo han dicho, en el editorial de un columnista sin nombre, ni ojos, que la vida de este pueblo es mejor que nunca y que, por suerte, los perros siguen al frente de las calles, porque así, según el diario, “se aseguran que la alegría que reina en Imposibles no cese jamás”.


El viento, única posibilidad de palpar la realidad, única manera de saber que todavía se está, se existe, con vida autónoma en algún remoto rincón del alma, sigue su curso fugaz; este viento, deja una sensación extraña, y es que hay una brisa de sospecha que dice que algunos pobladores habrían logrado pestañear más de dos veces. Si esto se comprueba, todo indicaría que habría quienes, eludiendo el control de la jauría, podrían ver, a través de la humedad de sus pupilas, un poco más allá de lo posible.



La celda


¿Cuál es el castigo que el prisionero dice tener cuando se le han disparado, por entre alguna danza visceral, los días, las noches y la tenaz idea de creerse libre? ¿Cuál es el indulto natural del penado en su prisión, encerrado por fuerza de su ímpetu en un pabellón que ya pierde las horas, los días y la burbuja ambiental del afuera, de su otro afuera, del entorno fuera de su proximidad?


¿Cuál es el singular momento en que se escapa, si escuchando Soda todo el día no logra vituperar el afuera que lo enardece cuando intenta tocarlo? Pues bien, no ha de ser tan estrecho el camino del pabellón si en él caben las angustias, las alegrías, los triunfos y los fracasos simulados en alguna pared con tachones que llevan medio siglo intentando contarlo todo. ¿Se pierde entonces el sentido real del tiempo y el espacio en la celda solitaria del preso de su estigma? No, no lo han creído ni los vasallos ni lo buenos hombres de traje que aparecen con dádivas hoy por la TV, televisión de la que, por suerte, el pabellón carece.


Se escapa un pensamiento, o cae una hoja seca desde un árbol y el presidiario la observa absorto desde una mínima ventana. Tal vez sea la Verdad que, siempre, siempre libre, más allá de algún disfraz, se cuela por entre los orificios de la vida sin que el exterior llegue a comprenderla. Y es así nomás como se forma el mundo, este mundo lleno de dinamitas positivas, sin que sepamos que realmente son el producto de lo que se aliena.


Escucha Soda desde algún pasillo pero no comprende, ni sabrá jamás, o tal vez cuando despierte lo podrá entender, que los barrotes no son tales en Imposibles. ¿Sabrá también, comprenderá por fin -según se vislumbra en algún juego difícil de entender- que no sobran ni faltan los momentos en que se puede ser feliz, aunque esa realidad sea efímera y en el diván de la vida, los barrotes se vayan, huyan como todo lo que escapa en algún momento debido? Tal vez sea que ha despedazado los impedimentos para siempre y ya no sabrá cómo encomendarse al mundo sin antes considerar que la libertad llega tarde. ¿Cuál es, entonces, el sentido que tienen las palabras escritas durante este período, sobre un anotador gastado y desprolijo, intentando entender lo inentendible y rozando escapismos que no son más que la búsqueda de la vida? ¿El presidiario de Imposibles no comprenderá jamás que se puede arrojar una piedra más allá de lo que intuitivamente las fuerzas que cree tener no aceptan como prefiguración de cualquier suceso futuro? ¿Qué es el futuro entonces si los adoquines que saltan a la vista de cualquiera no son más valederos que su propia existencia extinta y magra? No es tan sencillo explicar nada desde un salón cerrado, fuera de foco, acuñado a la única posibilidad de ser nada más que un ventilador sin aire.


¿Y la música?, ¿esa naturaleza especial que brinda la tele-transportación a lugares jamás explorados, esa música, esa melodía y ese ruido absurdo que calma a las bestias tendrá algún día algún significado más que el de la evasión y el sincero rumor de adrenalina en la sangre? ¿Negando todo es como se construye la prisión, o dejando todo librado a la suerte de aquellos que sólo intentan atropellar a quien sueña desde otro lugar, sin experiencia ni pasados eternos dentro de su carpeta de presentación, renovar a cada momento las ganas?, ¿así se consigue llegar a ser? Cuántas preguntas irresolutas, tantas prendas sin cabida en unos cuantos, y sin embargo la luna también ingresa pura y luminosa por entre las rendijas de esta celda de reptiles y langostas. Pero existe algo más, hay algo dentro de esta prisión de presiones que sabe que debe salir y, aunque los obsoletos mediocres acudan a sus eufemismos nefastos, el sentido de libertad puede existir por lo menos en la mente.


Nuestro hombre, del que no vale la pena intentar recordar el nombre, y es más, se cree que nunca tuvo nombre ni cara que lo identifique, ha poseído la fuerza de las constelaciones sin el mayor rumor de decir que es simplemente: un hombre en el pabellón. Y esa individualidad le ha valido para saberse digno de su espacio y de su imaginación. Ni cuan dudoso sea el mundo del afuera, parece no necesitar más que de sus ideas y su poder sobre la irrealidad como para abstraerse en cada momento en que las largas alegrías y los pesares recurrentes lo atrapan en la soledad de su celda sin número, de su pabellón sin final.


Si contemplamos de una vez y para siempre la cárcel, y aunque esta revelación desgarre hasta al más autómata de este mundo, es posible que miremos la ciudad y nos demos cuenta que Imposibles es un pabellón, compuesto por numerosos pabellones, y esos numerosos pabellones a su vez se dividen en celdas que en su interior encuentran otros pabellones, menos mayúsculos que sus predecesores, y entonces podemos decir que el mundo tiene su celda sin número en cada lugar donde exista un prisionero sin barrotes, ni jaulas. Pero todo esto no debe desanimar a nuestro hombre que debe caminar ya eternas y esforzadas mañanas por los cerros sin que un viento, un sólo y minúsculo viento, lo haya tocado al fin. Es hombre nuestro presidiario, y debe entender, aunque lo niegue, que en el fin de los finales sólo existe otra celda, y debe aprender a contemplarla como se debe, y no como lo que es. Esto último, según le enseñaron sus ancestros.




PABLO ZAMA.