domingo, 4 de mayo de 2008

Tribuna de Primera: Un llanto interior



(San Martín perdió como local ante Olimpo y el sueño de seguir en la elite corre serios peligros)


El centro al área chica, en esa milésima de segundo que precede al final, cae y brota con esperanza, desde el sector derecho (en el córner) disparado sorpresivamente por el arquero Ezequiel Medrán. La pelota sale hacia atrás. Martín Bravo dilapida la última oportunidad. La bocha pasa, esquiva, como toda la tardenoche del sábado, lejos del travesaño. Brazenas señala el centro del campo de juego. Destino final, un llanto en la noche.


Un hincha se toma la cabeza, grita, patea algo en la popular. Un aullido estentóreo viaja por todo el estadio, una sensación que pierde la esperanza y la ilusión en un túnel oscuro, en un instante difícil de digerir. Sin embargo, lo último que se pierde es, justamente, la esperanza, dicen. Y por eso, más allá de que la garganta se le anude y las ganas de llorar por miedo al descenso empiecen a germinar por primera vez, este hincha saca un último aullido de guerra y despide a su San Martín de Primera con un “dale verde, dale verde” que se le clava en las vísceras. Tiene un puñal enquistado en los suburbios, muy adentro, de su pecho, en una noche para el olvido en la popular. Y sale del Hilario Sánchez apesadumbrado. Compra un chori. Toma el primer bondi que se le cruza en el camino. La mirada está perdida y los recuerdos de felicidad ante los equipos grandes ahora laceran.


El Verdinegro ha caído ante Olimpo de Bahía Blanca, un partido clave ante un rival directo. Las caras, en las proximidades al estadio ahora parecen adustas y vagamente consecuentes con el desasosiego que se vive.


Antes, otras imágenes efímeras: “Tonegol” baja hacia los vestuarios en soledad casi absoluta y su cara expresa claramente el momento que se vive. La impotencia del “Oso” Agüero es tremenda. Brusco camina mirando el piso. La “Rata” Bravo sale disfrazado de ignoto, tal vez pensando en que sus goles están sirviendo de poco. Todo es caótico y complicado, quedan pocas semanas para toparse con la verdad de frente. Y el hincha prefiere esquivar la frase de Friedrich Nietzsche: “La verdad es insoportable”, para dejar la puerta abierta a cumplir con un segundo sueño: quedarse en Primera al menos un año más.


El camino hacia su habitación, que servirá como refugio con el televisor encendido, parece eterno. El chori se mezcla en el estómago con esa dureza propia de los pesares que de vez en cuando siente. Pero este llanto que tiene sobre sí, adentro de sí mismo, ahora es distinto. No es el despertar de un sueño, probablemente, pero es el sentimiento de miedo a perder lo más importante que vive como hincha, y piensa en que puede perderlo en pocas semanas más. Aunque existe la posibilidad de resurrección también, y eso es lo que lo hace seguir aferrado a los pocos minutos que le quedan al Clausura de AFA, aferrado al idilio onírico de quedarse en la A.


Un amigo suyo está sentado sobre la vereda, apoyado en unas rejas, intentando esconder su rostro entre las rodillas. No llora, pero no encuentra consuelo. Más allá, un grupo de fanáticos caminan con la mirada perdida en el pavimento y el silencio es sepulcral. Otros someten una gaseosa en la esquina para dejar atrás el sinsabor. Este hincha mira desde afuera lo que vive muy adentro suyo. Camina hacia la parada del colectivo solo, esquivo a los comentarios.


El puñal es lógico, y el apasionamiento por una camiseta, el amor por unos colores, debe tener sus instantes de podredumbre del alma, piensa. Un viso de lastimaduras que tardan en suturar en la noche, tras la noticia, difícil de digerir, del gol de Leandro González.


El piso se movió otra vez, pero el terremoto ahora fue en contra. El miedo quedó instalado una vez más, el miedo a volver a la B. Un terror que en esta noche de boliches y tragos amargos le sacude un poco las ganas y… lo hace reflexionar. Pero sabe, de todos modos, que el esquema táctico volvió a fallar, que los cambios otra vez no dieron sus frutos, que se repitió en demasía, esta tardenoche complicada, el pelotazo aéreo ante una defensa impenetrable. Sabe además que la suerte no estuvo de su lado, ni del equipo, esta vez.


Lejos de ese tumulto, sin embargo, entiende que esto es el fútbol. Comprende que la revancha está el próximo fin de semana, y otra vez en casa, frente al Granate. Fito Páez gatilla: No más por hoy, por favor. El aullido que se desprende desde la popu cesa en su mente que ahora intenta despejarse de lo inmediatamente precedente, para volver a pensar en frío sobre lo que aconteció en el partido frente a los bahienses y sobre lo que está por venir. Pero hay algo que lo favorece en esta noche a oscuras: se tapó la cara, y los ojos, para no ver ese contraataque de Olimpo que declinó en el desenlace fatal. Al menos eso, logre amortiguar un poco lo que sabe que está pasando en la noche sabatina con el Verdinegro, lo que le seguirá pasando por el lapso de una semana. Al menos eso… tal vez logre modificar la realidad a su favor, por lo menos por un rato, como culto a la evasión necesaria, hasta que llegue la revancha…


Pablo Zama

1 comentario:

Anónimo dijo...

que buen comentario pablo pero aunque se que es dificil yo no pierdo las esperanza de ver un año mas al verde en primera se que es dificil pero vamo verdinegro fuerza garra y corazon yo a pesar de no poder ir a la cancha losufro en el corazon por que tambien soy hincha verdinegro y no lo dudes san martins e va quedar acordate delo que te digo