lunes, 10 de marzo de 2008

Sinsabor... mensajes en la radio


(Texto publicado en Diario El Zonda de San Juan en febrero de 2008: San Martín 1 - Gimnasia La Plata 1)


No fue una tarde sublimada para el hombre de la calle, cercano a la cancha. Su equipo empató frente al Lobo. El fantasma del descenso rejuveneció desde una portátil encendida. La ilusión duró poco. Su tribuna, como siempre, fue la voz de un desconocido. Su karma... otra tardenoche a la deriva...

"Sale San Martín al campo de juego, los ecos de la popular caen sobre el alambrado, erosionan el césped y llegan a tocar el alma de los jugadores". Los relatos de la radio portátil, los gritos de algún desconocido escapan a la visión. Pero la capacidad imaginativa del vendedor de choris de la puerta del Hilario Sánchez no es mala. El acostumbramiento a la actividad de concebir una jugada desde la capacidad sonora es común ya. Los choris se van haciendo...
El nerviosismo empieza y los alaridos desde la Popular Norte estallan en el aire de Concepción.
"¡Pitó Bassi! Empezó el encuentro y ya la tiene el Verdinegro, Galván aprovecha un rebote, la pisa y la coloca para Pacheco, abre ahora el juego San Martín sobre el sector derecho...". Una coca marca común se desliza por la garganta del hombre de la esquina de Mendoza y San Lorenzo. Desde allí, imagina, como cada fin de semana, que su equipo gana. Imagina que el relator es un profeta que empieza a endulzar su oído. Imagina que, cuando el circo romano disputado en el estadio finalice, los choris se volarán. Una buena jornada laboral, y un triunfo para San Martín. "El equipo sanjuanino domina el partido. La lleva atada Galván, deja dos hombres en el camino, la toca hacia la derecha para que aparezca casi como un falso iluso la Rata Bravo. El balón vuelve hacia atrás. Otra vez para Galván, le va a pegar, le pegooó... y la pelota pasa lamiendo el travesañooo!!!..". El último sorbo de gaseosa quedó entre la laringe y el esófago sin querer bajar. La tensión paraliza y el aullido de la portátil hace temblar el carro de choripanes en medio del juego verdinegro. No está en la tribuna, aunque quisiera. No tiene otro romance futbolístico que éste, pero el mango para la casa prima en otro fin de semana que intenta sublimar la vida. O por lo menos... otro fin de semana que, en la efimeridad de los noventa minutos, intenta girar un destino para alegrar a un anónimo, a un común en una calle concurrida, en un lugar cualquiera. Para él la tribuna es ésa, vive los estallidos de la popular como propios, se estremece con cada jugada y ve, él jura que puede ver, en su mente, a través del receptor, los ataques verdinegros.
El primer tiempo gasta su nafta y desde la radio se anuncia que San Martín jugó mejor. Arranca el acto número 2. Empieza a rodar la bocha y, en su oído, Pedro escucha casi como un relámpago especial: "Se viene San Martín sobre el arco de Kletnicki. Se vaporizan los minutos, pero estamos recién llegando a los 15. La pelota pasa por Pedro Galván que no está teniendo su mejor tarde. El pase es ahora infructuoso, pero resurge otra vez el Verdinegro. Atención, aparece Matías Garcíaaa!!.. la pelota para Bravooo... entró solo al área. Está, está, lo tiene la Rata, es gol de la Rata, tiróooooooooolll, goooolllll, gooooolllll... de San Martíiiiinnnn!!! La pelota le hizo una burla al destino de Gimnasia. Matías García la tocó con sorpresa al vacío. La Rata Bravo coloca el primero. Un golazo del Verdinegro!! Lo hizo Martíiinn Bravoooo!!!...". El festejo es enloquecido, los aullidos desde el Hilario Sánchez llegan y se posan sobre calle Mendoza. Ahí, hay un hombre festejando solo. En ese lugar, hay un irrecuperable fanático que grita, salta solo, festeja y saca lumbre a su alegría efímera en ese amontonamiento de emociones que significa el grito de un gol. La gaseosa fue a parar debajo del carro, y el instante es mágico. Pedro festeja. Pedro imagina y sigue prendido al receptor. Siente que un puñal se le hundió muy adentro al rival y la alegría es la victoria propia, la caída ajena...
Pero el destino, en un lapso minúsculo, puede cambiar. Lo sabe, y por eso ruega que el Verdinegro siga en posesión del balón. Se enoja con el relator, que le dice que San Martín perdió la pelota en la mitad de la cancha. "Pero qué sabe este pelot...". La rabia se aproxima, pero el hombre no llega a apagar el radioreceptor casero. Sigue escuchando. No hay nadie en la calle, los choris pasaron a un segundo plano, pero tiene todo bajo control.
El relato final es aterrador: "Treinta y dos minutos y moneda. El Lobo se acerca y quiere bloquear la ilusión sanjuanina. El ataque es peligroso. Buena jugada por la izquierda. No lo toman a Piattiii, la pelota queda boyando en el área... Le cayó a Piattiii.. gooollll de Gimnasia!!...". De una sola patada, la radio cae al piso y se apaga. El sabor es amargo y los mensajes desde la radio culminaron. La venta fue regular. El fin de semana se le clavó en medio del alma, como apostilla irremediable, como... otra frustración más en la vida...




Pablo Zama.

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