viernes, 4 de julio de 2008

José Martí:


Poesía y revolución


Fue un escritor inigualable en su estilo. Defendió a Cuba como nadie. Amó a los niños. Ejerció el periodismo como arma ideológica. Sintió el rigor desde chico. Trascendió en espacio y tiempo. Y murió cargado de gloria en la guerra que independizó a su país en el siglo XIX.


Por Pablo Zama


Se habla demasiado de los poetas sociales, de la poesía de la realidad. Se discute a garganta desecha sobre los distintos estilos literarios, se pena con ignorancia a los poetas urbanos. Se aceptan las palabras tradicionales y se pone en tela de juicio permanente a la literatura neorrealista, contraponiéndola con el surrealismo de André Bretón. Pero hay algo que no se discute en el plano poético, sino que, en todo caso, se aprecia desde la planicie política y se admira desde la cumbre del alma. Hombres como José Julián Martí Pérez quedan siempre en el recuerdo y en el respeto de las mayorías, como los hacedores de la palabra con sintaxis de sangre revolucionaria.


Martí nació hombre comprometido y se podría decir que su poesía fue nada más que una extensión a su temperamento social. Vio la vida un viernes 28 de enero de 1853 en la Habana. Por ese entonces en Cuba la dominación española era insuperable. Este poeta rebelde era hijo de Mariano Martí y Navarro, sargento primero del Real Cuerpo de Artillería, natural de Valencia, España. Por lo visto, la sangre de luchador ya venía desde la ascendencia. Pero la paradoja quiso que José peleara contra el país de su padre para defender su terruño.


Sin dudas, la isla más grande de las Antillas nació con el estigma de la dominación y la sublevación permanente por la opresión constante. Muy lejos del alma de la Cuba de Fidel Castro cuya práctica es tirana, Martí, que también admiraba los pensamientos de Marx, sentía unos deseos permanentes de luchar contra la opresión y entendía a la libertad como un fin que no debía alcanzarse si no fuera por la práctica de un entendimiento coherente: "Si la libertad de la tiranía es tremenda, la tiranía de la libertad repugna, estremece, espanta" (Martí, 1873).


En la piel de muchos de los escritores contemporáneos de Latinoamérica las letras están impregnadas de recuerdos hacia la patria, con inclinación segura hacia los problemas que aquejan a dichos pueblos. Más allá de esto, Martí también se daba un respiro para disfrutar de la vida en familia y los versos que le escribió a su hijo, expresados en su libro Ismaelillo, quedaron como una celebridad obligada en cualquier cátedra de literatura hispano parlante. Algunas de las pinturas que estos escapes literarios generaron fueron momentos como: ¡Tú flotas sobre todo, / Hijo del alma! / De la revuelta noche / Las oleadas, / En mi seno desnudo / Déjante al alba; / Y del día la espuma / Turbia y amarga, / De la noche revuelta / Te echa en las aguas.


Niñez y adolescencia, dos momentos clave. En uno de los libros de cuentos infantiles de José Martí se puede leer una introducción confensional sin firma que habla sobre una niñez difícil: "José se despertaba temprano para llegar al colegio del poeta Rafael María Mendive -quien fuera su maestro en la poesía y en la vida- donde olvidaba por un rato lo pobres que eran en casa y los gritos que pegaba su padre cuando lo pescaba escribiendo en lugar de estar trabajando la tierra". Por otra parte, el escritor Luis Franco saca a la luz la crueldad con que era tratado Martí durante sus días de insipiencia. "El padre de Martí era militar, ignorante y español en colonia española, lo que casi es como decir que era alguien obligatoria y políticamente duro. Castigó policialmente a su hijo, alguna vez hasta lastimarlo. A través de ese padre -que en el fondo era un buen hombre- hablaba la brutalidad medieval y cristianísima de España". El mismo Martí admitió: "Yo crecí entre golpes". En esos momentos de reminiscencias seguro recordó el momento de arribo a la cárcel el 21 de octubre de 1869, con sólo 17 años. Llegó allí después de haber sido acusado de infidencia, ya que la noche del 4 de octubre, en primera instancia, un grupo de voluntarios de las fuerzas armadas lo acusan a él y a cinco amigos de "haberse burlado de ellos". Después, quienes lo habían aprehendido utilizan una carta redactada por Martí y un compañero donde existe un agravio hacia un voluntario, tildándolo de apóstata por alistarse de oficial español y pelear contra su patria. En 1870 era condenado a seis años de presidio político, viendo la libertad ese mismo año por salir bajo indulto, y el 15 de enero de 1871 es deportado hacia España. Luis Franco escribió: "La cárcel lo satura de horror, de amor y de amargura como el mar satura a la esponja. Pero no lo ahoga. Sobrenada, sobrevive, infinitamente enriquecido, es decir, profundizado en claridad y fervor" (…) "Su amor sale mejor armado que nunca para el combate liberador".


En ese inicio de vida en la represión y la dejadez, sin embargo, logra escribir el optimismo dentro de una nebulosa sin color: "si quieren que de este mundo / lleve una memoria grata, / llevaré, padre profundo, / tu cabellera de plata". Más allá de todo lo padecido en sus etapas de formación personal, José Martí en vez de recluirse en su mundo decidió salir a luchar por él y por sus compatriotas. Y aquellos malos recuerdos pareció borrarlos de su memoria para hacer renacer un amor inconfundible hacia su hijo, que no debía padecer lo que él sufrió cuando chico. Así, escribió: "Ebrio él de gozo, / De gozo yo ebrio, / Me espoleaba / Mi caballero: / ¡Qué suave espuela / Sus dos pies frescos!; / ¡Cómo reía / Mi jinetuelo!".


La acción por sobre todo. "Otros hombres famosos, todo palabra y hoja, se evaporan. Quedan los hombres de acto, sobre todo los de actos de amor. El acto es la dignidad de la grandeza". Martí no podía considerar el compromiso sin acto o, para una mejor expresión, no consideraba compromiso a la lucha de ideas llevadas sin acción. A propósito de esta tesis de vida Luis Franco expresa: "Martí no fue exactamente el tipo de héroe mimado por la tradición. Morir como un paladín es más fácil que vivir como un hombre. Él fue hombre total, que pareció haber hecho de lo sublime un menester de cada día". En la vida de los "poetas sociales" o "poetas comprometidos", tal cual se los etiqueta en ambientes tan competitivos como el literario, generalmente existen historias difíciles y de decisión política combativa (no se entienda esta palabra como práctica revolucionaria violenta exclusivamente). A falta de espacios de expresión o a sobra de censura represiva surgen corrientes literarias cuyos textos matizan la agresividad del momento con la hermosura del sonido poético. Quizá el pensamiento de Martí allá rozado la anarquía juvenil para luego encontrar un medio de expresión que, al igual que el chileno Pablo Neruda, sin proponérselo, lo elevara hacia la trascendencia de la que hoy goza. Pero más allá de la teoría se encuentra en este poeta la necesidad ineludible de llevar a la práctica el camino hacia la liberación de Cuba y (cómo él lo manifestó) de todos los sectores americanos sometidos hasta ese momento.


La poetisa Gabriela Mistral supo ver en Martí a un revolucionario producto del contexto difícil en el que este vivió y dejó sellado: "No olvidemos que este hombre es sobre todo un poeta; que puesto en el mundo en una hora de necesidades angustiosas, él aceptaría ser conductor de hombres, periodista y conferenciante, pero que si hubiese nacido en una Cuba adulta, sin urgencia de problemas, tal vez se hubiese quedado en hombre exclusivo de canto menor y mayor, de canto absoluto".


Por otro lado, la necesidad de cambio de vida estaba, pura y exclusivamente, entonada por Martí, según Franco, a la vida terrenal. Más allá de las denominaciones de el Maestro, el Apóstol, el Místico del deber, el Santo de América, o el Santo a Caballo, dice Luis Franco que la visión del poeta se encontraba puesta en la liberación del hombre en esta vida, sin pensar en la posibilidad o esperar la salvación eterna que promulga la religión católica. Tal es así, que el poeta Cubano expresó: "Morir, es volver de lo infinito a lo infinito". Mientras que la interpretación de Franco manifiesta que "lo infinito era para él la totalidad e inmortalidad de lo que vive" y dice que para Martí vivir no implicaba el camino hacia una verdadera vida después de la muerte. Si se adopta la visión de este último escritor sobre José Martí resulta un tanto más claro entender el porqué de su rebeldía y de su necesidad de realizarse y realizar la libertad persiguiendo el corto plazo. "Buscó el obispo de España / Pilares para su altar / En mi templo, en la montaña, / El álamo es el pilar".


Cabe entonces la necesidad de aclarar que Martí escribía con el objetivo y el sueño de llevar a la acción sus pensamientos y sus deseos más rebeldes. Y un medio para comenzar a actuar y para llegar a cumplir sus metas fueron para él los niños. Para ello, publicó una revista llamada La Edad de Oro y en sus cuentos intentaba mostrarles la verdad sobre el mundo a los más chicos, con la convicción de encontrar en ellos un mañana distinto. En el cuento La Muñeca Negra queda claro este concepto: "(…) con el retrato de un francés muy hermoso, que vino de Francia a pelear porque los hombres fueran libres, y el otro retrato del que inventó el pararrayos, con la cara del abuelo que tenía cuando pasó el mar para pedir a los reyes de Europa que lo ayudaran a hacer libre la tierra...".


El clímax de la liberación, un sueño cumplido. "Sí le aviso -a España- que ser injusto es la necesidad de ser maldito" (José Martí). La revolución que sirvió para la independencia de Cuba tuvo lugar a fines del siglo XIX. Martí con su poesía, con su participación en distintos periódicos y con la puesta en acción permanente de sus ideales llegaba al punto culminante de su meta. Y por esos tiempos escribía: "Cuba quiere ser libre. Y como los pueblos de la América del Sur lo lograron de los gobiernos reaccionarios, y España la logró de los franceses, e Italia de Austria, y México de la ambición napoleónica, y los Estados Unidos de Inglaterra, y todos los pueblos la han logrado de sus opresores, Cuba, por ley de su voluntad irrevocable, por ley de necesidad histórica, ha de lograr su independencia". El poeta comandaba, en el año 1893, la organización de las fuerzas en el exterior y en ese contexto construyó un célebre lema: "Por Cuba y para Cuba". El fin no era solamente liberar a esta isla sino que también constituía la posibilidad, por parte del Partido Revolucionario Cubano, de auxilio a Puerto Rico. A través de una lucha de poderes entre España y Estados Unidos Cuba ve la posibilidad de sublevarse y en un número muy inferior de soldados al que poseían los europeos intentaba la liberación. El problema entre los norteamericanos y los colonizadores de Cuba surgió porque el país norteño deseaba la independencia de la isla para después tomar partido custodiándola y así lograr una fuerza americana con más poder frente al viejo continente.


En un artículo de opinión publicado el 15 de febrero de 1873 Martí apuntaba toda su artillería verbal hacia España y ya había olor a revolución: "No se infame la República española, no detenga su ideal triunfante, no asesine a sus hermanos, no vierta la sangre de sus hijos sobre sus otros hijos, no se oponga a la independencia de Cuba. Que la República de España sería entonces República de sin razón y de ignominia, y el Gobierno de la libertad sería esta vez Gobierno liberticida". Preparado ideológicamente el escenario libertario es cuando Martí, acompañado por sus compatriotas, lucha frente al ejército Español. Pero para el poeta no iba a llegar en vida a conocer la victoria. José Martí muere en el frente de lucha el 19 de mayo de 1895 en la batalla de Dos Ríos. Luis Franco explica que antes de su fallecimiento Martí ya se veía bastante deteriorado físicamente: "El Martí de esos días estaba ya transfigurado: la calvicie había hecho de su frente un calvario; la fiebre del cuerpo (la llaga inguinal del presidio y los pulmones rotos) y la fiebre del espíritu le iban robando en tal forma la carne que la faz estaba como esculpiéndose directamente en el hueso. En los ojos más hundidos que nunca, había un fulgor de visión y pasión tan inquietante, que la fugaz dulzura de la mirada apenas disimulaba un poco".


Pasada la muerte de Martí, el 1 de enero de 1899, y después de cuatro siglos, es arriada en Cuba la bandera española. Al poco tiempo, Cuba tendría su propio gobierno pero controlado desde Estados Unidos. Con respecto a esto, José Martí ya se había adelantado en el tiempo y dejaba dos pensamientos que a la postre reflejarían lo que Cuba fue desde un tiempo a esta parte. En principio el poeta manifestó: "No basta sacar a España de Cuba: tenemos que sacarla de nuestras costumbres". Para también adelantar: "Una revolución es necesaria todavía, la que no haga Presidente a su caudillo, la revolución contra las revoluciones, el levantamiento de todos los pueblos pacíficos, una sola vez soldados, para que ni ellos ni nadie vuelvan a serlo jamás".


En tiempos en que América y el mundo cierran su discurso para convertirse en una totalidad homogénea de pensamiento y acción. En esta actualidad en que el factor económico ruge en las espaldas de los pueblos más chicos y los somete hasta lo extremo. En estos momentos así y a 113 años de la desaparición de José Martí la poesía y las manifestaciones sociales no distan demasiado de aquella América colonizada. Por tanto, Martí como muchos otros luchadores nacen todo el tiempo y nos regalan, al menos con sus poemas, una brisa cálida de esperanzas y deseos realizables algún día. Tal vez por eso escribió: "Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y hablar sin hipocresía... Un hombre que oculta lo que piensa, no es un hombre honrado" (de José Martí para los niños de todos los tiempos en "La Edad de Oro").


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