martes, 3 de agosto de 2010

La Cumbre del Mercosur, desde afuera:



Una ciudad revolucionada 



El arribo de los presidentes en autos importados. La espera en el frío de los fanáticos de Evo Morales. Comerciantes sanjuaninos sorprendidos por los clientes de toda Sudamérica. Una carta para Cristina.


Frío. Antes de las diez de la mañana hacen dos grados en San Juan y cae una leve agua nieve sobre la ciudad, la sensación térmica rebasa el grado bajo cero. A las diez y ocho, la presidenta Cristina Fernández sale junto a Néstor Kirchner del hotel Del Bono Park (departamento Rivadavia) hacia el Centro Cívico (que está frente al Parque de Mayo) de aquella provincia. La 39° Cumbre del Mercosur está por empezar en Cuyo. En el aeropuerto Domingo Faustino Sarmiento, en el departamento 9 de Julio, esperan por la llegada de los dos presidentes que faltan: el paraguayo Fernando Lugo y el chileno Sebastián Piñera.

Diez y diecisiete: la presidenta y su comitiva atraviesan el vallado ubicado dos cuadras hacia el oeste del epicentro de la Cumbre, sobre avenida Ignacio de la Roza. Los autos pasan tan rápido que tres mujeres que esperan a CFK para saludarla, no distinguen que la que pasó era la presidenta. La intensidad del frío (el leve viento sur atraviesa la piel) hace que sólo unos pocos se animen a hacer guardia al lado del vallado para ver pasar a los mandatarios. San Juan sigue con su rutina normal: el tránsito por calle Salta, en su cruce con Ignacio de la Roza, es intenso. Los chicos pasan hacia la escuela. Un grupo de periodistas venezolanos (que no verán llegar en el Mercedes Benz S-400 azul –previsto por Cancillería- al ausente con aviso Hugo Chávez) se encaminan hacia el ala sur del edificio.

Diez y veinte: Pepe Mujica, presidente de Uruguay, sale del Del Bono Park en un Mercedes Benz E-320 con algunas banderas de su país y en pocos minutos llega al Centro Cívico; también lo hace el brasileño Lula Da Silva (Mercedes negro). Evo Morales, el más buscado por la gente, es el único mandatario que está en otro hotel. Antes de las diez y media sale del Alkazar  –en pleno centro sanjuanino- y en menos de cinco minutos pasa el vallado -Mercedes azul, en el capó flamea una bandera de Bolivia-. Una comitiva de al menos diez autos lo acompañan. Los dos presidentes que faltaban llegan al aeropuerto y se trasladan hacia el Centro Cívico. La Cumbre empieza.

Afuera parece un día normal. Pero en los cafés, en las estaciones de servicios y en las casas, el televisor está fijo en Canal 8 –local- o en los canales nacionales que transmiten en directo la reunión de presidentes. Las calles aledañas al edificio principal de la Cumbre y a los hoteles están cortadas por la policía y por gendarmería.

Escenarios

Compañero Evo: al lado del vallado, Erminio, de 25 años, y David y Carola, de 22, junto a sus familiares y amigos, quieren saludar a Evo Morales. Todos son bolivianos, nacidos en Sucre y en Cochabamba. “Evo hace muchas cosas buenas por la gente de Bolivia, por la gente del campo y por los indígenas”, se enorgullece Erminio, que vive en San Juan desde hace un año y medio. “Le hicieron hasta una película en mi país, es muy querido allá”, agrega Carola. Todos, igual que Angel y Olga (dos cordobeses que viajaron en la noche desde La Calera exclusivamente para la Cumbre), quieren al menos un saludo del “compañero Evo”.

Unas líneas para Cristina: cerca del mediodía, Lucía, madre de ocho chicos, le pide a la policía que le lleven una carta a la presidenta. Pero nadie puede entregar la misiva. “Tengo la pensión de todos mis hijos, pero eso no alcanza. Tengo un chico que tuvo tres intentos de suicido, porque no consigue trabajo”, cuenta, emocionada, Lucía. Y finaliza: “Yo no pido que me regalen algo, yo pido trabajo para mis hijos más grandes. A mi marido le dio un derrame cerebral, no puede trabajar. Yo soy empleada doméstica. Quiero darle esta carta a la presidenta, pero no me dejan”.             

Servicios para otro acento: algunos metros más retirado del vallado, en la estación de servicios Santa Clara, la zona de comidas está casi llena. Algunos funcionarios de otros países toman café y escuchan a los presidentes. Los gendarmes entran y piden permiso para pasar al baño. “Vos les preguntás si quieren una factura con el café y no entienden a qué te referís”, dice Juan Manuel (vendedor) sobre los clientes foráneos. “Piden mucho café con leche, vienen a desayunar. También vienen muchos policías de la Federal o custodia de otros países”. Adrián, también empleado del lugar, cuenta que llegan a cargar nafta muchas combis o colectivos que están afectados a la Cumbre: “No te piden nafta, te piden ‘gasolina’”.     

Cenadores de lujo: en otra esquina, al lado del ingreso para las comitivas, en el restaurante “Tequila”, Sonia asegura que el lunes en la noche cenaron ahí dos choferes presidenciales y que también fueron a comer muchos periodistas de medios de Buenos Aires. Al movimiento que hay a pocos metros no lo vieron en los diecisiete años que tiene el negocio. El televisor está puesto en Canal 7. Los mozos miran por TV lo que acontece a dos cuadras. En esa distancia que separa el primer vallado del Centro Cívico hay otros comercios que tuvieron que cerrar durante dos días por la reunión de presidentes.      
Mientras en calle Laprida, a una cuadra del ingreso principal, dos gendarmes tratan de amortiguar el frío debajo del hall de una casa, en el sector opuesto (ciento cincuenta metros al este, calle Las Heras, frente a la Legislatura) en los móviles de los canales de la televisión nacional e internacional siguen ajustando detalles técnicos en plena transmisión (cerca de 150 periodistas trabajan en el interior del edificio).







La Cumbre empieza a llegar a su epílogo y los colectivos que arriban con la comunidad boliviana que vive en Cuyo (llegan desde San Luis y Mendoza) se ubican cerca del estadio cerrado Aldo Cantoni, frente al Parque de Mayo. A las cuatro habrá homenaje a Evo Morales. El reloj ya rebasa la una y media de la tarde: los autos importados vuelven a salir por avenida Ignacio de la Roza. Los presidentes retornan a los hoteles, con la excepción de Cristina Fernández y Lula da Silva, que cumplen con un encuentro bilateral entre Argentina y Brasil. El frío sigue, cae agua nieve.







Pablo Zama.


(Texto publicado en El Diario de la República, de San Luis - Fotos: gentileza de Diario Huarpe).

2 comentarios:

Marcelo Alcaraz dijo...

Qué bueno, Zama. Estuviste ahí. Y estuviste atento.
Pobre Chavez, se quedó sin conocer a Gioja, ja.

Unknown dijo...

Muy bueno.Me gusta el suspenso k le pones al relato.A la distancia ,puedo imaginarme los hechos.M divirtió la anécdota k ilustra el chok de culturas e idiomas(cuando les preguntan por las facturas).Muy bueno!!!