jueves, 25 de diciembre de 2008

Cuento futbolero:



El baldío



A mis amigos de la infancia, a puro fútbol
(Texto escrito en marzo de 2006, también pasado a audio)



Las caras se enfrentaron de manera que las miradas disparadas como rayos nocturnos chocaran decisivas a un disparo de furia. Pero era todavía de día y los ojos estaban exhaustos, aunque con ganas de seguir reflejando el momento tensionante que les era dado vivir.

A lo lejos, bien distante del baldío, la vida urbana seguía recitando su rutina amenazadora. Pero ahora en este potrero de Santa Lucía las caras sucias y el pelo adusto de tierra se elevaban por sobre la humanidad y ya nada importaba, nada más que este bravío momento de pasión futbolera.

La pelota (muy gastada por largas jornadas y solemnes tardes de fútbol) fue puesta en el centro del campo por el Gordo Rafael para comenzar a vivir el segundo tiempo. Un momento de tensión más, y llegaba el paso para que las piernas comenzaran a correr por ese instante eterno de tarde veraniega, con un sol que anestesiaba los cuerpos en un San Juan en llamas.



El barrio Kennedy ganaba con un gol del siempre inspiradísimo Juan Macías. Pero los rawsinos del barrio Capitán Lazo no eran huesos fáciles de roer y su estrategia era tan temeraria como hábil.

El escenario tapaba la rutina y los relojes decidían detener su marcha, tras los cristales de las ventanas de un vecindario que se había paralizado por la final del baby fútbol.



Don Alfredo Fernández, el tío de "El Loco" Juan Manuel, el diez de los locales, el mejor de Kennedy, fue nombrado por el intendente de Santa Lucía a cargo de los relatos del acontecimiento. Fue así como los oídos de los circunstanciales transeúntes podían saber a través de los parlantes de la camioneta de don Alfredo el resultado momentáneo del encuentro.



Durante todo el primer tiempo el partido fue aburridísimo y la única emoción estuvo dada por ese gol tempranero de Kennedy en los pies de Macías. Pero nadie sabía la suerte rarísima que iba a correr la final del baby en el complemento.

Sonó el silbato del abuelo Manuel y comenzó el tremendo espectáculo con dientes apretados de uno y de otro lado.

Don Alfredo Fernández estaba exaltado y gritaba como loco cada jugada: "¡Es increíble como barrio Kennedy se adelanta en el campo de juego dejando casi sin defensa al arquero Seguí! Pero arremete ahora el Gordo Rafael de Capitán Lazo por la zona del callejón del ocho. Sube y sube el representante de Rawson. Los fantasmas de este vecindario deben estar harto asustados por el ritmo que ha tomado el encuentro. Y ni hablar de los cirujas que acaban de perder su pasividad de vida en esta historia gratis e irrepetible, del espectro que brindan los cuerpos polvorientos sobre el campo de juego.
Ruge Lucho por la banda del sector derecho despejando lo que podría haber sido la gran oportunidad de paridad del Capitán Lazo. El Gringo Roberto, el hijo de doña Elba Gómez, es el encargado del lateral para Capitán....."



Las jugadas intempestivas se sucedían sobre los arcos, mientras la polvareda hacía casi invisible la pelota. Desde los extremos del campo de juego familias enteras estaban agolpadas como un enjambre embravecido, coreando canciones de no se sabe que procedencia.


Sin intermediar jugada lujosa, pero producto de la arremetida valiente de casi todo el equipo visitante, llegaba la jugada que desataba la locura en el crepúsculo de la tarde en el baldío. "¡Treinta minutos con cuarenta y dos, cuarenta y tres, cuarenta y cuatro, cuarenta y cinco segundos! El balón se juega en las áreas como un remolino cansino en medio de una tumultuosa jornada de verano. Créanme: es el segundo tiempo más vertiginoso de los últimos tiempos en el baby. Y estos pibes le están regalando al barrio un momento único…..


Avanza el Chueco Molina. Kennedy se adelanta en el campo de juego. El Chueco deja dos hombres en el camino. Ahora el cambio de frente es para El Loco Juan Manuel Villafañe. Pero ya se arma la defensa de Capitán Lazo. Juguetea Villafañe, no tiene con quien avanzar, y surge Alcaraz quitando para los visitantes. Pero el Negro Villafañe choca con todos y sigue con la posesión del balón. Avanza el Negro. Se encienden las voces de todo el baldío. Es una contra peligrosísima!! El Negro deja la bocha para Francisco Paredes. Atención que va apuntar, la mide, la mira….. Va a sacar el remateeeee, gooooollllllllll!!, goooooooooooollllll!!, de Capitán Lazooo!!!! El Francisquito Paredes anota en una jugada de guapos del equipo de Capitán!! El Francisquito se saca la camiseta y se abraza a doña Juana, su madre. El mismo Francisquito que el año pasado era suplente, ahora marcando la paridad en la final del baby y haciendo delirar a gran parte del baldío. La cara de preocupación de los del Kennedy es tremenda, mientras celebra todo Capitán lazo, subidos a la ilusión del campeonato. ¡¡Treinta y un minutos justos!! ¡¡Uno a uno la final en el baby!!!!!....."


Aquí comenzaba verdaderamente el partido. Lo precedente, había sido nada más que una simulación sin más predicamentos que un escenario preparado y permanente de otra tarde de fútbol barrial. El sol sanjuanino parecía caerse del cielo, el calor de enero no cesaba y esas almas de entre nueve y diez años dejaban la vida en cada jugada y la pelota ya les parecía ser un ser maléfico al que perseguían nada más que para someterla a una tiranía recurrente de patadas constantes. Nadie era dueño del destino del partido, y las madres estaban enfurecidas por el momento cúlmine de un encuentro que ya era insoportable para la vista, porque las piernas de sus hijos parecían flamear de cansancio y la polvareda los había transformado en monstruos deformes. Doña Francisca, la madre de Lucho, el nueve de Kennedy, había tirado el mate a un costado y saltaba como loca gritándole a su hijo que podía dar más. Apelaba a ese resto que les queda siempre a los jugadores con agallas para finalizar los encuentros. Presagiaba que la fuerza interior podría ser la determinante que lo haga dibujar una jugada agónica.


El colectivo había parado en la esquina y las miradas se inclinaron para ver y percibir la cuna misma del deporte más aclamado desde todos los tiempos. Esa fugacidad permanecería, tal vez, para siempre en la retina de unos cuantos.


Por un momento, en este rincón del mundo, en este escenario cargado de miserias materiales, en este sentimiento feroz por progresar y saltar al fútbol de verdad, a la vida profesional, nada más tuvo valor que este encuentro. Las mentes, obnuviladas, hacían que los padres de los pibes y otros vecinos allegados al baldío ya no pensaran en el Monumental de Nuñez, ni por el mismísimo Wembley que ya derribado podría infundirles algo a estos seres que en ese momento estaban enceguecidos y gritaban y bramaban, sin saber lo que decían y queriendo, en algún remoto rincón del alma, que ese instante se perpetuara en una foto inconfundible para siempre, como recuerdo de una tarde inigualable.

El partido seguía. Pero ya casi nadie quería mirar, por terror al desenlace. Sin embargo, don Alfredo Fernández contaba el acontecimiento en una voz que parecía confundirse con la de un verdadero relator: "¡Cuarenta y cuatro minutos y chirola de juego! Esos cuerpitos parecen trapos temblorosos. El sol los ha carcomido. Pero ellos siguen dándole a la redonda.
La pelota está en posesión casi exclusiva del Bizcocho Pedro, que juguetea, la pisa, deja dos hombres en el camino, la toca para Damián Álvarez. ¡Arremete Capitán lazo enfurecido después del empate! La domina el Seba Mercado. Ahora la estira sobre el sector del once para que corra Marcos González. Se termina el partido, se cierra una tarde memorable de baby fútbol en Santa Lucía. ¡¡Se vienen los penales señores!!. Que nadie lloriquee después, porque han tenido todo el tiempo del mundo estos pibes para coronarse campeones. Es a suerte y verdad; ¡¡se vienen los penales!!!....."


El vaticinio del improvisado relator de camioneta con parlante parecía cumplirse. Y hasta los propios chicos parecían escuchar con atención este relato. Por un momento se veía a esos cuerpos, practicamente flameantes, entregarse a la tardenoche sin disponer de más fuerzas que sus miradas distantes.


Tiempo cumplido, los dedos del viejo Manuel que seguía oficiando de juez se alzaron en la poca luz que le quedaba al día y marcaron dos autoritarios y terribles minutos de adición.


De repente, cayó sobre el baldío esa pura y mera sensación futbolística, propia de la agonía que sigue a la tensión de un partido, como que todo podía pasar todavía, que nada estaba sellado aún. El presagio de algún terremoto final empezó a repercutir en el público. Esa sensación, sólo entendida por quienes estuvieron ahí, presentes, como locos mirando la redonda moverse, invadió todo el baldío. Y en las afueras del barrio Kennedy un sonido tembloroso vino cuando se escuchó el último relato de un partido que quedaba para la historia de algunos corazones anónimos de un lugar remoto de la República Argentina llamado Santa Lucía.


"Estamos en tiempo adicionado, faltan exactamente treinta y cuatro segundos para finalizar y esperar la definición desde el punto del penal. Hay una tranquilidad demasiado tensa en este partido. Tanto Barrio Kennedy como Capitán Lazo han entregado todo, las caras de cansancio son tremendas.....
Lucho Aguilera maneja el balón para los locales y se vienen ahora como una jauría hambrienta encima del arco del Gusano Albornoz. El Gordo Rafael la toma y la deja ahora para que llegue por la punta izquierda Juan Macías, el autor del gol para Kennedy. Juan intenta enviar el último centro al área de Capitán Lazo. Ya están en el área sus compañeros, sale el centro cerradoooo..... Cabezazo de Luchoooooo, goooooooollllllllllllllll!!, gooooooollllllll!!, goooooooolllllll…… del Barrio Kennedy campeón!! ¡¡Campeón Kennedy!! Gol del crack, gol de Lucho Aguilera!!
Llora doña Francisca, la mamá de Lucho. La desazón está en las caras de Capitán Lazo. Y las sonrisas han tomado por sorpresa a los de Kennedy. Es su primer campeonato. ¡¡¡Kennedy es el campeón del baby, y no se habla más!!!!....."

Don Alfredo cerraba este relato en medio del polvo de una jornada que ya era historia para la gente de este lugar sanjuanino que no servirá para las estadísticas provinciales y nacionales. Pero queda un consuelo: el semillero del fútbol, el fútbol puro se supo posar por una tarde en Santa Lucía. Lo sabrán solamente sus testigos, únicos reivindicadores de este día. Pero este partido, como en todo pueblo, seguro, tomará en algún momento de la vida carácter de leyenda.


Los ojos de los mocosos envueltos en polvo trepidan todo comentario vano futuro y son el único y definitivo sustento de esa tarde, y de cada tarde bajo el sol de enero, el baldío en llamas y un entorno cargado de aditamentos potreriles lejos de toda cordura. Tal cual es el fútbol, un circo desquiciado de muchos, delirando por las acciones de unos pocos, levantando las voces de una sociedad distinta, en los muros de un baldío legendario. Y esos pocos, futbolistas de cuna y de potrero, reinando el espacio, el tiempo, y estas leyendas infinitas.....


Pablo Zama




4 comentarios:

mario dijo...

Hola Pablo
Me gustó este cuento.
Saludos.

Pablo Zama dijo...

Hola Mario. Muchas gracias por pasar por acá.

En breve paso a leer Cerro Mercedario.

Un abrazo!


Zama.

mario dijo...

Hola Pablo

Me gustó tu relato... me vi reflejado en algunos pasajes; qué lindo aquellos tiempos de partidos callejeros!

Te mando un abrazo!

Pablo Zama dijo...

Hola Mario. Muchas gracias. El mejor fútbol, el que realmente se disfruta al jugarlo, está ahí..... en el potrero, en la calle.....

Un abrazo y a ver cuándo jugamos un picado!!