Voces que se agitan, hombre al agua. La sien de los sobrevivientes de un naufragio epidérmico caen descotillando los suburbios inconstantes. Lo que no se entiende no se sabe. La voz es igual a lo inaudito. Nadie. Todos. La minera vende espejitos que muchos compran. Sí, los que están de este y del otro lado cavan las trincheras diluyentes de todo sentido. Los que llueven encima de cada esquina o en la coartada del hipermercado de moda. Aquellos que huelen el abismo sin pertenecer a lo trascendente, caminan por adelante de los tumultos llorando su desgracia. Y yo, fiel a un estilo que no viene, con la espada de Damocles por delante del paisaje. Yo, en este naufragio infinito, pienso y me digo que hay mucho por hacer, que tal vez no lo diga jamás o lo esté diciendo todo el tiempo. Estamos demoliendo hoteles, al costado del camino. Con una bebida en la orilla, con el rock en las entrañas, con todo lo que nunca quise, y con todo lo que estoy por querer. Persiguiendo lo increíble, dejando de lado lo que no nos es ajeno, contribuyendo así al........ espejismo?.
Pablo Zama.
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