sábado, 26 de enero de 2008

Pronta entrega.

¿Un título para esto?, está bien:

AYER VOMITÉ… Y…????....

“Estás buscando un viejo camisón, estás buscando alguna religión, estás buscando un símbolo de paz… Estás buscando un incienso ya, estás buscando un sueño en un placar, estás buscando un símbolo de paz…” (Charly García).

Llueve, de vez en cuando, pero escribo, esquivo la tormenta. La cabeza es fría, da vueltas y no me hago cargo de los delirios ajenos. Charly, casi mi guía en los momentos de quiebres creativos, gatilla. Mi cabeza, el cerebro, mi vida, da vueltas y está bueno. He tirado la planificación hacia lo desconocido. Vivo y punto. Vivo…?

En la Seccional un tipo azul parece imberbe, pregunta sobre las noticias locales, fuma y ofrece, no sabe y padece. Pero el móvil del diario ya dio una rayada en media cuadra y salimos, los cinturones de seguridad se abrochan como pueden, hay un muerto en la ruta, hay varios cadáveres esperando. El ritmo es descomunal y la música va al palo, Rapsodia Bohemia es la catarsis antes de llegar al siniestro. Se hace interminable, todo se hace espeso. El clima brota desde un intervalo infausto, pero el morbo va por carriles que no puedo ni debo ahora explicar. El muerto espera, tal vez a que alguien le explique por qué espera. Seguimos en la ruta, una frenada y doblamos, pierdo la visión por un rato. Hay polvareda al costado. La vida es injusta y la vida es lo más difícil de explicar por qué sucede. Somos objetos de un descontrol remoto tal vez, seres manejados a placer, armas de desperdicio en algún rincón en el que preferimos decir BASTA!! y jugar a sonreír.

Tal vez alguien más espere en otro rincón, otro cadáver para ser fotografiado para la portada de algo, que seguro, nunca será premio Pulitzer. Un vendaval de ironías se mueve en torno a mi cerebro. Sentado y abrochado a esa camioneta con etiqueta de presunto prestigio viajan mis ganas de otro algo. Alguien ha muerto en la ruta y no me importa quién. La existencia apabulla con estos finales y las conclusiones son distorsionadas cuando vas en busca de eso que tal vez ya es la nada. O la nada viaja en móvil hacia la ruta trágica. Entonces alguien llora adentro mío, muy adentro, alguien que desconozco. Charly sigue con su discurso de pelear, de seguir, de llegar a la cúspide de no sé qué para quién. Una loca carrera para poner la cabeza en Marte, para amar y para olvidar. Una loca carrera que termine en una portada con un desconocido que pagó sus días y contar la historia como un relato escindido de mí. Imposible. La existencia, ese final y este arrojo al mundo y sin el abrigo para sustentarse como previsible….. me choca. Aunque la imprevisibilidad y la incertidumbre es buena consejera para mí credo.


Sé que estamos escribiendo la nada en la redacción. El mandamás del patio de gobierno vigila, más allá de que el celular suene y el mensaje aclare: “Un muerto en Ruta 40, un choque en medio de la nada”, y otra vez a las calles. A veces apago la luz, tal vez para hacerme el gil y seguir palpitando una adrenalina que no es la mía, pienso. El móvil corre a toda velocidad, la música está a un volumen portentoso, mis reflexiones ya de nada sirven. Estamos en el lugar. Alguien es tapado por un manto que no sé si es de piedad o gozo de un morbo común para algunos. Nylon negro, la cabeza algo ensangrentada. Saldrá en la portada y las indagatorias me consumen el alma. Una nueva experiencia, me digo. Estás experimentando finales abruptos. Y tomo entonces como hecho literario algo casual y no tanto. Algo real y doloroso. La familia llora y alcanzo a escuchar el tenor de una muerte. Anoto. Algunos se enojan y me corren. No importa. Tengo la noticia, tal vez la primicia, de que un ninguneado por la sociedad cayó al túnel vacío de donde no se vuelve.

Volvemos a la ruta. La catarsis es reírse de lo que sea, mientras la música siga sonando. Tal vez una carta al lector tenga más asidero, pienso, más asidero para ser dada a conocer que la tragedia de un NN como yo que pasea por la existencia sabiendo inconscientemente que el punto final llega. Otro aspecto de la vida se me devela entonces. Para esto vivimos y eso, la muerte, es parte de lo que vinimos a hacer. No pienso ahora en las teorías existencialistas. Dejo que fluya, aunque haya algo de influencia, mi propia visión de la razón de ser, porque me detallo para mi propias vísceras, para mi cerebro poco programado ya, que es difícil ser en una sociedad que sólo te obliga a existir sin rumbo, te atrapa en la carrera alocada por llegar, en el placer que no existe de sumergirse en los residuos de las drogas, en los pensamientos atomizados que encajarían justo en una media tres cuartos y sucia que duerme en mi habitación y nada más.

Grito un gol, solo, parado en la avenida, para intentar sentir algo de liberación. El alivio es metafórico, el gol no es mucho más que tirar una bocha a la red y figurarse ser un héroe, figurarse el no ser y el enjambre que grita, que ahora soy yo solo en la avenida, es el público de un Circo Romano apócrifo, pero especial.

Estoy en la máquina titulando un siniestro y las palabras se fueron de viaje. Quiero narrar la historia y el morbo que adquiero me impresiona. Cuido las formas. Pero las formas no son mi inquietud, el contenido y más aún la reflexión que se desprende del contenido de un hecho aislado y siniestro es lo que me turba.

El supuesto de vivir, o el impuesto de existir, la factura a estar, la locura de rebelarse a ser un autómata. Todo me lleva por delante. La bronca de escribir en la superficie duele. Y entonces un último planteo cae de mi imberbe punto de vista (imberbe porque recién empieza a evidenciarse y a desperplejizarse en mis sentidos). El planteo cae y se pregunta si en Ruta 40 realmente hubo un muerto, si en la ruta, en las calles, en los kioscos, en un baño público, en el césped no habrá muchas más muertes sin que sus propios destinatarios no hayan recibido todavía el mensaje que les avise de su final. Muertes que caminan acríticas por el paseo de la mera opción de ningunearse todos los días. Y ahora me figuro: ¿Acaso la velocidad, la música en el móvil, el camino, no iban en busca de mí?

La portada está lista, la nota también y la foto es tremendamente desgarradora, al epígrafe le clavo otro puñal de drama. Todos nos buscamos alguna vez y la vertiginosidad de esta existencia abrumadora hace que sólo encontremos, en ocasiones, los desperdicios de lo que ya fue, para sufrirlo, cuando ya no lo palpamos en su disfrute. Alguien me habló de epifanía. Mi esquema es romper con mis esquemas y la epifanía llega sin que uno se dé cuenta.

Hay una carrera alocada de móviles en busca de algo por las rutas, por las avenidas, por las calles de piedra. Todos buscan algo, aunque algunos no lo sepan. El destino es cruel, te atrapa en un choque de ruta o te sumerge en el sistema. Tal vez en el olvido y como Borges lo clarificó: La otra muerte. En otro lugar, que bien podría ser un grafiti, dice: “Sólo mueren de verdad los que mata el olvido”.

La lucha es ardua y la existencia, en la pequeñez de lo que somos respecto al mundo, nos duele aunque no queramos saberlo.

Subo otra vez al móvil del diario, hay que volver a la calle, salir rápido, no he comido, hay un asalto, tal vez otro muerto, no el que cayó fulminado, sino el que terminó siendo presa de un pasado escandaloso, tomó un arma y se transformó en su propia versión de muerto en vida.

Hay zombis por todos lados, me niego a serlo.

Charly: “Difícil que lleguemos a ponernos de a-cuerdo”….. Pactos de sangre en la avenida para dejar una huella para nadie. Locuras de querer correr tras lo que no existe, porque lo que precede ya se esfumó hace rato, porque el futuro no es propiedad privada de nadie. Vivir o intentarlo, existir sabiendo el final, esquivando la angustia propia con la que vive el hombre, sentir el presente.
Náuseas de libertad….
Libertad??? AMÉN.

PABLO ZAMA.
(Un Soldado de Lata…?)

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