(El ascenso de San Martín a Primera: texto publicado en Diario El Zonda de San Juan el domingo 17 de junio de 2007)
Desde el ocaso al cielo, en no sé si unos minutos o una eternidad imposible de suplantar jamás. Esas lágrimas, el abrazo interminable con mi hermano, los recuerdos que todavía no dejan de cesar, de transformarse en lo más hermoso que vivo como hincha de fútbol, no los puedo dejar al margen. El grito sublimado, el llanto eterno, el cielo en las manos, ese grito del relator que no deja de aturdirme.
Es imposible recordar cada uno de los detalles, cada momento aprisionado en ese tumulto del que nunca quiero salir. El tumulto de la ilusión, el abrazo con el desconocido. Y ahí, en ese momento, en el del suspiro y el alarido final, cuando el partido se iba, cuando la ilusión se desmoronaba, ese fuego sagrado, el gol que no quise ver por miedo. Con Brusco rompiendo los piolines y el relator que estaba de rodillas, gritando lo que jamás se imaginó. Nada, ni nadie podrá ahora contarme lo que es la felicidad en el fútbol. Nada, ni nadie me volverá a hacer recordar el momento en que casi descendemos, en el que la desidia nos tenía a los verdinegros con una amargura tremenda. Hoy, todo eso se esfumó para siempre.
Todo volvió a tener el color de lo imposible cuando Tonelotto se alzó en el área, se rompió en el aire, con el suspenso en las retinas de todo San Juan, todo el ambiente futbolero se fue por las nubes. Y suspendido en la sorpresa, sin saber qué hacer...grité, me abracé con un tipo que debe conocer más o menos toda la trayectoria de San Martín. Esperé a mi hermano que baje de la platea y no paramos de saltar, abrazados, con lágrimas en los ojos, con una emoción única, dejando de lado toda la bilis tragada tiempo atrás. El sueño se cumplió, tras largos años esperando, rogando que este minúsculo rincón del mundo llegue alguna vez a conseguir pisar ese suelo tan ansiado.
No voy a olvidar jamás esta hazaña. No voy a olvidar jamás ese mero instante de felicidad. No pienso olvidarme del día en que cumplí uno de mis dos sueños. Algo que esperé toda la vida. Y esas lágrimas...¡lo dijeron todo!!
Es imposible recordar cada uno de los detalles, cada momento aprisionado en ese tumulto del que nunca quiero salir. El tumulto de la ilusión, el abrazo con el desconocido. Y ahí, en ese momento, en el del suspiro y el alarido final, cuando el partido se iba, cuando la ilusión se desmoronaba, ese fuego sagrado, el gol que no quise ver por miedo. Con Brusco rompiendo los piolines y el relator que estaba de rodillas, gritando lo que jamás se imaginó. Nada, ni nadie podrá ahora contarme lo que es la felicidad en el fútbol. Nada, ni nadie me volverá a hacer recordar el momento en que casi descendemos, en el que la desidia nos tenía a los verdinegros con una amargura tremenda. Hoy, todo eso se esfumó para siempre.
Todo volvió a tener el color de lo imposible cuando Tonelotto se alzó en el área, se rompió en el aire, con el suspenso en las retinas de todo San Juan, todo el ambiente futbolero se fue por las nubes. Y suspendido en la sorpresa, sin saber qué hacer...grité, me abracé con un tipo que debe conocer más o menos toda la trayectoria de San Martín. Esperé a mi hermano que baje de la platea y no paramos de saltar, abrazados, con lágrimas en los ojos, con una emoción única, dejando de lado toda la bilis tragada tiempo atrás. El sueño se cumplió, tras largos años esperando, rogando que este minúsculo rincón del mundo llegue alguna vez a conseguir pisar ese suelo tan ansiado.
No voy a olvidar jamás esta hazaña. No voy a olvidar jamás ese mero instante de felicidad. No pienso olvidarme del día en que cumplí uno de mis dos sueños. Algo que esperé toda la vida. Y esas lágrimas...¡lo dijeron todo!!
EL PRIMERO
El gol que puso el suspenso al partido. Ese momento en que la paridad con el encuentro de ida era una realidad. Nadie presagiaba el final. Pero no pude dejar de gritarlo como lo hice siempre, como cada gol que el Verdinegro marcó en los trece años de toda su historia en la Primera B Nacional.
El gol que puso el suspenso al partido. Ese momento en que la paridad con el encuentro de ida era una realidad. Nadie presagiaba el final. Pero no pude dejar de gritarlo como lo hice siempre, como cada gol que el Verdinegro marcó en los trece años de toda su historia en la Primera B Nacional.
LA SALVACIÓN
Las caras eran el aviso fúnebre para hoy. La desazón y todos los fantamas sobrevolaban Concepción. Algunos se retiraban de la platea. Y... ¡Bruscó sacó un zapatazo enorme!!, similar al que sacó frente a Instituto de Córdoba. El malón verdinegro no podía ser parado y la esperanza resurgió de lo más hondo.
Las caras eran el aviso fúnebre para hoy. La desazón y todos los fantamas sobrevolaban Concepción. Algunos se retiraban de la platea. Y... ¡Bruscó sacó un zapatazo enorme!!, similar al que sacó frente a Instituto de Córdoba. El malón verdinegro no podía ser parado y la esperanza resurgió de lo más hondo.
EL DELIRIO
Mis cuerdas vocales no querían más y el nerviosismo era grandísimo. No me acuerdo demasiado, pero entiendo que vi elevarse a Tonelotto, yo estaba pegado a la tela, y el rugido fue tremendo. Grité hasta más no poder. Me confundí con los demás hinchas. Y me encontré en la cancha delirando...
Mis cuerdas vocales no querían más y el nerviosismo era grandísimo. No me acuerdo demasiado, pero entiendo que vi elevarse a Tonelotto, yo estaba pegado a la tela, y el rugido fue tremendo. Grité hasta más no poder. Me confundí con los demás hinchas. Y me encontré en la cancha delirando...
PABLO ZAMA.