Ser inmigrante en San Luis
Dos vidas que tienen mucho en común. Un senegalés y un peruano que viven lejos de su tierra y disfrutan de la provincia. Trabajan como vendedores ambulantes y son parte de la franja de inmigrantes que residen como dos sanluiseños más.
Desde hace varios años, el crecimiento de la cantidad de inmigrantes residentes en la provincia se ha tornado muy notorio. Según los datos de la Dirección Provincial de Estadísticas y Censos, en 1991 ya había un total de 4.004 personas que nacieron en el extranjero y se radicaron en San Luis. Y el último censo, que data del año 2001, muestra un crecimiento en la población de inmigrantes de 909 residentes más. De aquí se infiere que hasta la actualidad, la llegada de extranjeros que arriban a San Luis en busca de trabajo va en un franco crecimiento.
En relación al tema, El Diario de La República salió en busca de algunas voces de inmigrantes para reflejar la vida de los que dejaron su país para instalarse en esta provincia. Así, Mustafa (de Senegal) y Víctor Linares (de Perú) contaron sus historias cargadas de nostalgia y nuevos proyectos. Dos historias que conviven en el mundo paralelo de satisfacción económica y logros personales, pero, a la vez, instantes de tristezas por lo que cada uno dejó en su lugar de origen.
“Musta”
La historia de cada persona tiene, en ocasiones, reveces que llevan a tomar decisiones muy importantes en la búsqueda de un futuro. Eso le pasó a Mustafa, un senegalés de 23 años que optó por radicarse en Argentina y actualmente vive en San Luis.
“Musta”, como le dicen los conocidos suyos, trabaja desde hace un año en un local de venta ambulante del Paseo del Padre. Él aclara: “Yo tomé solo la decisión de venirme, vine por trabajo”.
La impasibilidad es, a primera vista, el rasgo personal que lo destaca. Domina el castellano, pero prefiere tirar palabras de a poco, el miedo a equivocarse parece condicionarlo. “No hay trabajo para ganar plata allá”, dice y pierde la mirada en el piso.
Mustafa nació en la ciudad de M’bour. Pasa todos los días, y la mayor parte de las horas, en el Paseo del Padre. Usa su reloj pulsera en la mano derecha y vende desde gorros hasta anillos. Musta llegó a la Argentina hace dos años y su primer destino fue Capital Federal. Allí trabajó hasta el año pasado y en el mismo rubro: vendedor ambulante.
Musta pone en claro que Buenos Aires no es tan tranquilo para vivir. Prefirió llegar hasta San Luis porque un amigo que conoció en Mar del Plata lo invitó a venir. “Acá es más tranquilo que en Capital Federal”, destaca. Está sorprendido del carácter hospitalario de los sanluiseños y, dentro de su timidez, se acuerda que mucha gente lo invitó a comer a sus casas cuando él recién pisaba la tierra puntana.
No hay mucha gente en ese espacio comercial pero Mustafa explica que esa parcela de sueños en la que reside (el Paseo del Padre), se llena de turistas y dueños de casa los fines de semana.
En Senegal dejó algunos sueños y su familia: compuesta por sus padres y sus hermanos (prefiere no precisar la cantidad). No sale a boliches y sólo piensa en trabajar. Ahora sus anhelos están puestos en prosperar en su nuevo lugar y alguna vez cumplir el sueño de volver a casa. “Todavía no sé que hacer de mi futuro”, termina de contar.
Mientras se acerca la hora de almuerzo, quien dice ser el único africano en San Luis, sigue con su trabajo, pasa una chica y se acerca a mirar sus productos. Él, como siempre, pregunta con un: “¿Qué necesitas linda?”
Nostalgia a la peruana
Lleva puesta una camiseta de Universitario de Perú como si esa identificación le sirviera para gritar: ¡no olvido a mi tierra! Su nombre es Víctor Linares. Tiene 47 años. Y lleva 15 años en San Luis. Trabaja en el Paseo del Padre como vendedor ambulante, muy cerca de Mustafa. “Uno nunca se termina de acostumbrar a estar lejos de su país”, empieza a contar. Ahí nomás aclara: “Este –San Luis- es un sitio tranquilo y me siento a gusto con mi familia”.
La falta de trabajo y la inestabilidad laboral terminó por ponerlo a Víctor en una situación complicada. Él asegura que con más de 30 años se le hacía difícil conseguir trabajo en su tierra. Decidió llegar directamente a San Luis y trabajar en la construcción.
A los dos años de instalado en la provincia trajo a su familia y se puso un puesto en el Paseo del Padre. “Yo soy prácticamente el fundador de la venta ambulante en este lugar”, se jacta. Extraña a sus padres, pero siempre está en contacto con ellos vía telefónica.
Linares tiene tres hijos peruanos y uno sanluiseño. El mayor tiene 23 años y ya es jefe de familia, el que le sigue es un muchacho de 17 años que estudia Ingeniería Electrónica en la Universidad Nacional de San Luis. La nena tiene 15 años y termina sus estudios secundarios. El benjamín de la familia peruana, de 8 años, es nacido en la provincia. “Yo ya soy nacionalizado argentino y mi esposa está por terminar sus trámites también”, dispara el hombre nacido en Lima.
Apenas llegó a San Luis Víctor se instaló en una pensión y ahora alquila a la espera de poder conseguir su casa propia.
Además de sus seres queridos extraña la comida peruana (pescado, mariscos, patos). Mientras cuenta que en Argentina simpatiza por San Lorenzo una señora le pregunta por los aros de coco y él atiende el pedido.
Según este peruano nacionalizado argentino, en su país el salario mínimo no llega ni a la mitad de lo que está en Argentina. Esa es una de las razones por las que decidió emigrar.
Linares mira al periodista y con cara de pedido de que su frase vaya en la nota, asegura: “Lo que más me gusta de San Luis es la tranquilidad, la educación y la cordialidad de su gente”.
Tanto Musta como Víctor tienen muchas cosas en común. Los dos son inmigrantes. Ambos están contentos con la gente de la provincia. Les gusta el fútbol. Admiran a Messi y a Maradona. Y sueñan con volver algún día a su tierra.
Pablo Zama