lunes, 17 de enero de 2011

Nota de archivo: amor a la camiseta


Aroma de potrero, olor Mundial


Fútbol de la B de San Luis, paridad 3-3 entre Unión y San Lorenzo. Casi invierno, previo a Sudáfrica 2010. 


Foto: Pablo López.


En la cancha de Unión San Luis el olor a barro llega hasta la ruta 147, que va camino a San Juan: juegan el dueño de casa y San Lorenzo, por la sexta fecha del Apertura de la B local. Las líneas de cal de la cancha están semidespintadas por el fragor del encuentro futbolero, encima de la tierra mojada por la lluvia nocturna. Pero eso no empaña otra tarde con la redonda paseando a gusto y placer de las piernas desnudas de 22 hombres que no se resignan al frío. Todo es precario, como esa precariedad en la que se hicieron los mejores jugadores del fútbol argentino, potreros de villas escondidas en los suburbios, alejados de la opulencia de las capitales criollas. Adentro de ese cuadrilátero sin tribunas, con el barro que salpica los botines que ya están sucios, se van fraguando múltiples sueños en los jugadores más jóvenes, y surge también la impostura acostumbrada de los más veteranos, que ordenan las líneas de cada equipo como si fueran los dueños de una verdad revelada en el fútbol, tras tantos atardeceres de corridas detrás del balón en un suelo pelado. Juegan Unión y San Lorenzo. Juegan también las ilusiones por la proximidad de junio, y el Mundial que acecha con su capacidad de exacerbar las pasiones. 

Potreros que mostraron la excelsitud y la calidad de grandes artistas del balón, como Diego Maradona, ahora dueño de la conducción técnica de la Selección. Terrenos cargados de ilusión, que van desde Villa Fiorito a los campos ignotos en los que un grupo de trabajadores emulan a sus ídolos para cumplir, aunque sea en la fugacidad de los sueños, con la necesidad de sentirse partícipes de ese mundo de cascos de seis lados que conforman una pelota. En la cancha de Unión hay hinchas que esperan entusiastas un gol del equipo que fueron a alentar. Esos hinchas están pegados al alambrado que sirve como perímetro canchero, bajo el cuadro gris de otra tarde que amenaza con romperse en lluvia torrencial.

Para burlar el frío, Martín Recasens, el 8 de San Lorenzo, y Néstor Romero, el 3 de los locales, juegan con guantes de lana, aunque los brazos quedan a la intemperie ante la tarde gris, porque los únicos juegos de camisetas de cada equipo tienen mangas cortas. Miguel Gómez, lateral derecho y capitán de "los achureros", corta cada jugada y le grita a sus compañeros para poner orden: esa autoridad que le da el brazalete hecho con un pedazo de tela turquesa muy distinto al que usará Mascherano en Sudáfrica. Pero como cualquier reducto futbolero es igual a los demás, casi como Borges dijo que todos los libros son el mismo libro, los roles y la autoridad de un capitán pesa en el equipo como pesa el aire helado que se cuela por entre las mangas de las camisetas y los guantes del 8 de San Lorenzo y el 3 de Unión.

Cuando Jorge Quevedo corre levantando barro por el sector izquierdo de la cancha, barre con la defensa visitante y marca, casi con una cachetada al balón que mueve los piolines estáticos por la humedad, deja por un rato los colores de Unión y vuela en la imaginación sintiendo que acaba de parecerse a Maxi Rodríguez. Era el 2-1 para el local, que había arrancado perdiendo con un gol de  Juan Guerrero, un artillero de raza tal vez criado con el manual de los nueve que merodean el área 18 y no perdonan cuando la bocha está cerca de sus pies, esos delanteros que no tienen la brillantez de la calidad, pero sí la contundencia de la resolución en el momento justo: casi un  Palermo de barrio puntano. 

Después de esa jugada empata Romero, a través de un tiro libre que dejó apolillando en el ángulo a un balón desprevenido, como en cada parábola que logra Verón con su pegada magistral. El que se lamenta al costado del vestuario visitante es  Lorenzo "Porosa" Sosa, de 73 años, ex jugador y ahora colaborador de San Lorenzo. Pese al  lamento,  "Porosa" recuerda que en ese humilde club iniciaron su carrera "Perico" Ojeda y Maxi Bustos. "Yo soy tío de Perico. Él jugaba de arquero y yo lo puse de delantero", dice. La nostalgia también circunda ese olor a barro de cancha mojada. Recasens empata para "los achureros": 2-2; y después pasan a ganarlo con un gol de Guerrero. El baldazo de agua helada, en la tarde surcada por un aire frío que se cuela en las vísceras, llega de la cabeza de Facundo Garro para la Academia: 3-3. Hay inminencia de Mundial: los potreros ya lo juegan. 




Pablo Zama.