miércoles, 23 de abril de 2008

LOQUENOSEHAQUERIDOEXPELER



Gente soplando el aullido de lo que no se dice

Y los oídos retro que salivan el espacio con la omisión

Hoy: el periódico salta del diván y gesticula que nada hay que hablar

Vomitos tardíos, lúgubres salen desempolvando el idilio de la nada

Y vos, que comés lo que se puede, transitás el camino que ya sabés

Coplas festivas en tu barrio de una juerga vacía de sarcasmos

Y yo, juego a la pelota con los dedos rotos y la piedra redonda del escarnio




Cierto instante en el camino de lo incierto y en las secuelas de algún enamoramiento pretérito, se pierden en los suburbios de otra noche. Caminan así los pantalones rotos del mendigo urbano, saltando, esquivando las esquirlas de un porvenir desvaído. El mendigo urbano, raza especial, brillante, en la que reposa la esperanza de los pueblos. Este mendigo, el hombre tal cual, que compra los ideales en el almacén de la juventud. No debe haber sabido, no. No supo que la complejización de los fantasmas posteriores retrotraerían el idilio al murallón de partida. Este, nuestro propio ciruja que sale muy desde dentro del alma, en ocasiones camina sombríamente por el filo sagrado de la vida. Y así lo corrobora después que incumplió los deberes, trizó de escasez la palabra empeñada e hizo irrecuperable su imagen.




Algo parecido a un aneurisma choque de mestallas en la frente

Rugidos sobrenaturales desde tus vísceras brotan en la noche

Color: sueño partido de aquello que no supo decir jamás ese señor don nadie

La calle llena de incomunicación simuladora y luchas sin poder

Cómo les explico entonces a los que comen pizza con la manos enguantadas

Qué les digo a los de FM Burguesía

Cuál es el secreto!! el peldaño de esta categoría social

Y los de abajo esperamos una respuesta... siempre tardía a nuestros clamores

Y esta puta pluma se va sola sin reglas definidas por el camino de lo desconocido

Un sorbo

Un sorbo nada más

Un sorbo de Sabina y Charly, no pido más

Pago la cuenta a destiempo y salgo por la ventana de lo insípido

Salgo sin que me vean ciertos fachos

Salgo

Diluyendo, al menos en sueños, el andamio de la gomina

Y así, tal vez, se empieza a parir la indiferencia de los demás

Pero yo, solo

Voy pateando papeles en el callejón




Ningún mendigo sabe que vivir cuesta lo que en ganas viene a ser un transeúnte sin dirección. Ese que de traje toma el bus cada día y corre sin parar entre minúsculos puntos de alegría desbordada, tal vez mal aprovechada. Ese que rompe sus cordones con la velocidad de los segundos. Ese mendigo urbano que hoy está pero no es y que en el espejo del amanecer no sabe si un mañana lo espera tras la trastienda de una excursión sin almidones.




Por tanto, cabe esculpir una estatua a aquel hijo de puta que no nos deja nada. Un reconocimiento falaz de una supervivencia sin horizontes. Cabe entonces derribar los lamentos, la compungión (palabra improvisada) arbitraria de lo que no nos deja por lo menos imaginar la felicidad. Cabe mirar el aullido y los pantalones rotos que el mendigo nos ha dejado a un costado para que no pasemos tanto frío interior, tanta misantropía sin sentido.



Un andarivel seco de vida y caos ruega ser fiel a su no-estilo

Un florero acaba de llenar su cabidad con vilis

La pluma logra saltar al diván del desconcierto

El que la maneja no solloza su combate perdido

Charly acaba de alistarse al batallón de la Triple A

En el Senado trabajan ad-honorem

El Quijote no existe más que en el ejecutivo nacional

Y este escrito es indeseado por los que no lo vieron



Cayó la flecha sobre un Cupido maltrecho

Un agnóstico dijo amén y no le creyeron

Para el noticiero del País de las Maravillas:

Un gato chocó un camión en la autopista Nacional Nº 20



Fin:

Ninguna letra existe por sí misma

Y el texto es la ilusión de lo que no se quiere



PABLO ZAMA
.

martes, 22 de abril de 2008

Empedernidos de la gambeta



(Texto publicado en la revista El Superclásico de San Juan en el 2007. Aquí modificado parcialmente).



No hay placer más grande en el fútbol que ingresar al barro del potrero y gambetear hacia adelante, dejar atrás las barreras, pasar sin permiso al rectángulo mayor, eludir a la desidia, quedar frente a frente con el arquero y, llegando al área 18, romper las redes de una tarde autoritaria y falaz, quemarse la garganta con un grito efímero, correr hacia el sector del córner, colgar la camiseta en el banderín y después..... sentirse Maradona en el '86..... hasta que el viento borre el instante y la rutina vuelva a su grilla de partida.....


La regularidad, el equilibrio, la firmeza puesta a cumplir con los esquemas enseñados y aprendidos desde los años de infancia son las singularidades comunes donde se trabaja y se cumple con un rutinario submundo del habitat en que cada ser humano se desempeña. Pero hay otros rasgos en una minoría. Y quién sabe porqué, pero es un grupo pequeño de elegidos que vuelcan el mundo a su magia y son los artífices de que la vida ser torne un juego. En el fútbol como en la vida existen los que se salen del libreto, aquellos que, aunque se sacrifican igual que los demás en cada entrenamiento, poseen, sin embargo, una luz propia a la hora de tratar la redonda entre sus pies. Estos seres distintos, capaces de hacer que se le piante un lagrimón de alegría al hincha más fanático, idolatrados por su hinchada, aborrecidos por los contrarios, pero inmersos en su diversión no son ni más ni menos que los dueños del poder irreductible del termómetro roto que cambia los destinos de un partido en el momento menos esperado.

Son los descamisados, los que no se sujetan demasiado a planes previos, sino que dejan rodar el balón entre sus pies y dibujan con el estigma de ser los Picassos de este mundo redondo, jugadas ininteligibles para muchos, pero vistosas y estéticamente adoradas por todos. En un segundo, tal vez en una milésima de segundo, estos jugadores de galera y bastón diseñan lo impredecible, corren en zig zag, viborean entre piernas robustas, le escapan a las zancadillas, sacan algún estiletazo quirúrgico, y cambian los destinos de un partido.

Es difícil saber qué pasa por la mente de estos inadaptados al esquema táctico de cada domingo, cuando se deciden a comandar el juego, a romper con el orden establecido de un partido monótono o de un pésimo partido, para convertirlo en el diván de la picardía y el talento. Nadie sabe, ni sabrá jamás porqué esos dotes de genio se posaron en los cracks del momento y son, sin dudas, los jugadores más reconocidos cuando los años pasan y ya sus estirpes de magos dejan la verde gramilla para mirar desde la platea la creación de otros como ellos que suplantan sus actuaciones. Es raro, pero la mayoría de los habilidosos caen alguna vez en algún pozo de oscuridad futbolística, cuando las cosas no se le dan, cuando la racha es la peor enemiga de sus tiempos. Sin embargo, para esto puede haber una explicación. Y ya que en los artistas se habla de crisis creativas, porqué no disponer los mismos términos para calificar cuando por algún momento de la carrera futbolística de estos genios el fuego se apaga, y por un instante se ven atrapados en un vaivén de críticas. Pero, y exponiéndome a ser comidilla de quienes demonizan el deporte como expresión artística de los pueblos, dejenme decir que para mí estos maestros de la rapidez mental y del dibujo permanente de una realidad distinta dentro de las canchas, estos mismos hombres son verdaderos artistas de algo inexplicable para algunos, pero sentido por muchos: la emoción cuando un jugadón termina inflándonos las venas a puro grito de gol. Y sólo voy exponer un ejemplo estético: cuando Argentina le ganaba por 6 a 0 en el mundial de Alemania a Serbia y Montenegro...... ¿a quién no se le cayó un lagrimón viendo a Messi, Tevez, Riquelme dejar pasmados a sus rivales? Claro, entiendo, no todos van a estar de acuerdo con esto, pero estoy seguro que a más de uno se le hierve la piel cada fin de semana, simplemente cuando..... ven a un crack agarrar la pluma, el pincel, tomar el barro para alguna artesanía, y dejar que todo el fútbol fluya por sus pies, que todo pase sin escatimar consecuencias, inspirados tal vez por algún lado desconocido del ser humano, inspirados solamente en su propia desfachatez y poco almidonada visión de la vida. Y en San Juan hay muchos cracks, muchos genios, a los que, creo, ya es hora de que le demos su merecido y bien ganado lugar de..... poetas de la gramilla verde.....


PABLO ZAMA.


lunes, 21 de abril de 2008

Boletos



un perro corre en la noche

crepúsculo casi eterno

vulgar melodía

que ata a la conjunción

de lo servil con lo escéptico

verdinegros de descenso directo

recuerdos de un marzo apócrifo

y abril que también se escapa


todo revolotea

vuelve y se termina de ir

mientras tomo un sorbo

de este sutil momento

culto a la evasión necesaria


tengo un boleto extraño

y un futuro lejos de casa

otras lides para suscribir

un sello con aguarrás para irme

Sabina entre 19 días y 500 noches

mi oído jugando otro desliz

y escucho ahora a Charly

desde un enjambre conocido

mientras caemos derrotados

y el Sabalero festeja


grito desde la epidermis

de mis anhelos quietos

y entiendo que hay que chocar para ser

reconocer que

soy un extraño en mi sitio

un inquilino de mí mismo

pago alquileres inservibles

en un San Juan que ha roto su pasado


tierra de próceres

parece un título

para olvidar por completo en esta noche

mientras corrompo este papel

cuando hay otro gol santafesino

y la salida de la cancha escupe su silencio


un perro corre en la noche

un vagabundo no se va a enterar

y una vez más

un rock and roll duerme en la esquina


juego-ficciones

tentación al destino

el perro duerme en la avenida


entiendo

por un instante

que estar vivo

es sentir esta angustia de realidad

la incertidumbre pegada en las vísceras

estar vivo

sugiero

es construir lo que quiero

desde lo derruido


castillos incorruptibles

secretos para nadie

mirada efímera verdadera

banal satisfacción omnipotencia

un gol me rompe la garganta

alimentando la ilusión

un sorbo imperial se desliza por mi boca

la bebida que hoy prefiero

tan sólo olvidar


los sueños que alguna vez parí

siguen inmanentes en el mismo lugar

un espejo de lo que soy

adentro de un papel que milita

en el partido de los que siempre

gambetean para adelante

una patada clara y servil

cae

necesaria

como en potreros añorados

sobre mis talones

pero aprendí a levantarme

y un rostro de ignominia

ajeno

dejo al descubierto


foules en mi habitación

baules que ahora guardo

en mi bolso de justicia impaga

armo preparo minucias

para llevar siempre

hacia el rincón del córner

para cuidar la ventaja

y girar en contramano

de los que ya se acostumbraron


último sorbo de lo que no quiero

para viajar a otras lides

el empate no llega

Tonegol se enreda en el área

miro hacia un costado

para no ver lo que imagino


la vigilia termina

camino en esta vida

pensando con detenimiento

en carriles invisibles

que han pulido mis días


hoy prefiero

un resumen de Sabina

por el boulevard de los sueños rotos

un grito de Nietzsche que vocifere

“la verdad es insoportable”

otra estridencia de Charly

mientras escucho a Dolina

bebo lo que queda

canto en la popular

acudo a citas a ciegas

miro de reojo una ruta distinta

acaparo las letras que boyan mi mente

amparo en ciernes

de lo que voy a emprender

un grito de gol aislado

cartas para nadie

volumen II

otro partido

el mío



Pablo Zama.

viernes, 18 de abril de 2008

Horcajo


La luna

Claraoscura metáfora de lo incierto mira

Apaga los escombros de esta vida servil

El pueblo juega a no padecer la inmundicia

Bella melodía diáfana que padece


Lo incierto

Fiel costumbre de caminar entre los andamios


Aturdidos

Profesiones que llaman

Los incendios son poco factibles de ser abarcados


El diario

Un papel infausto

Melancólico, pobre

Ese que ya largó su edema por la boca

Discurso mezcla de fantoche y estofado seco

La mentira aquí es la única verdad


Ese

Charla por teléfono con el hablaescribe de la gobernación

Alienación en las tormentas de su nube

Escribe lo que le dictan

Las consciencias son lombrices secas

Yo me someto a tres sesiones de Charly


No

Digna palabra de insigne supervivencia

Columna vertebral de lo apocalíptico

Todos ríen en el cuadrilátero de la desidia


Nadie

Sabe más de lo que le dan

Y ese dislocado discurso

Agnóstico y servicial a la mierda

Come sus vísceras

Sin que nadie

Ni yo

Un don nada

Imagine el asidero

De rasgar la porquería

Tan cerca

Tan fetiche


No he dormido por más que todo sea una playa irreal, la que nos muestran desde ayer. Empiezo a acelerar el disparador de música. Sacudo la realidad. Calculo sofismas. Sucumbo a mi falta de ideas. Nada puedo decir ante este espejo que se queja de lo que no parece, de lo que ni siquiera es. No. Dejad que los ambiguos no lo sepan. He roto cadenas. He marchado a lo profundo. He parido la soledad quieta.

Nadie habló hoy. Los huecos del sonido, sin nada, son las melodías que disfrazan la costumbre. Por eso, alguien abrió el ojo en medio de la tormenta de letras. Y no supo, ni algún infeliz entendió, quién carajo dijo: “A este no se lo toca”.

Lo bueno lo malo, todo en la misma incursión se mezclan en mi boca de fuego. Ya poco calculo mi pasado y resigno el presente. Casi nadie prefiere el futuro. Me estoy pegando duro, siempre.

El comehígado de la habitación de la SIDE, ese que nadie conoce que vigila, vendrá algún día por el amanecer. Pero el fantoche va a trepidar. Y si la boca se ha brindao es para que el látigo se le asimile.

El desafío es siempre.



El área esta llena de lombrices vagas

La mirada es repulsiva

Mi embriaguez obnubila el instante

No le temo demasiado al vacío

El día le dio fuerte al que no debía

Y ahora el juez tendrá que dictaminar

Si los honores se buscan

Si el karma no es más que la nada

Un arriesgo al ostracismo

Una manera vil

De perderse en la realidad condicionada


Allá, uno se llena de oro

Consume tripas

Esquiva el aporte

No deja opción

Amordazado vive

Como los que nunca quisieron

Jugar en las lides donde se mete hasta el alma

Y el espejo, solitario

Invita a desaparecer del estigma

De lo que ya no tengo

En calidad de infrahumano


Podrán pasar las calles

Serán indignos de la cúspide

Rendidos a la basura quedarán

Hambrientos sedientos de lo imposible

Y sus caras en la pared mas nos puede aborrecer

Sienes desechas por vivir en el imaginario

Porque la verdad no se soporta

Y ese aire que consumo

Es el sopor de no intentarlo

La anestesia despiadada


Los pasos están tras lo impuro lo arrogante

Las páginas, una vez más, se llenan de vacío

Uno escribe sobre política en un rincón

Dos cruzan mates para matar la verdad

El teléfono suena y retumba

Hay una oportunidad que apabulla

Hay una clase magistral de misantropía

Alguien camina por las veredas

La sutil forma de decir no quiero


Hoy o mañana

Cuando ya nada quede de este día

Otros sabrán en su letrina

El resultado de la coima

Entonces, la mentira

Única verdad válida y promulgada

Caerá detrás de ese telón repugnante

Sin que nadie sepa

Sin que se den cuenta de la nueva orgía apolítica

De lo que trepidó el estado de shock

Nadie

Ni yo

Tal vez pueda

Conocer el fondo y la estirpe

De ese último grito

De la mala jugada

De ese loco que dijo

Las estrellas nunca

Y el sol no podrá tapar

Lo que la luna sabe

Y hoy esconde


De contra-mano por la Libertador, obviando el boulevar, pasó un agnóstico abriéndose paso entre caras adustas y vagas, difíciles de reconocer. Nunca entendió que la llave de la felicidad no existe tan sólo en su mente. Porque no se puede llegar nunca al punto extremo de creer en la nada. Y un existencialista dejó de preguntarse por la razón de su arrojo al túnel. Los cobardes comen tras la puerta. El hablaescribe de la gobernación no deja ni un minuto librado al azar. Y los canillitas difaman a la verdad cual clarín que no sabe lo que le espera mañana. El médico le dijo al coronel esta mañana que es difícil leer entre líneas lo que deja traslucir la censura. Y el coronel nunca tuvo quien le escriba, o el coronel nunca supo leer.....



PABLO ZAMA.



martes, 15 de abril de 2008

Muerte debida



(Relato publicado en la Antología 2007 de poesía y narrativa breve “Argentina en versos y prosas” de la editorial Raíz Alternativa de Temperley, Buenos Aires).




A mi abuelo Emilio Biltes (quien fuera un verdadero idealista)




En el diario de no se sabe que fecha póstuma dijeron que había caído en un infantilismo tenebroso, maléfico, ruin, y que el olvido pagaría su desquiciada hazaña y su utópico final. Pero en otra publicación de folletín ficcional alguien dijo que su vida jamás existió y que si en realidad cabe mencionar esa supuesta fatalidad debería ser considerada como su incuestionable, propio y legítimo delito.....




No importa quién dice qué en los suburbios de lo superficial....

No interesa quien domine cualquier luz ancestral hoy, cualquier momento retenido en el fondo del túnel.....

Es antinatural cambiar algo.....

Pena, olvido, intrascendencia, desquicio desmesurado o como se llame este correr contra el tiempo y los esquemas que es, en definitiva, lo que ese supuesto hombre intentó en algún ignoto espacio.....



Y así tan cruel y siniestro como suene, no importó también que Rojas Cortez haya partido por la mitad la palara
tesón. Y por demás, no importa qué ideales se desagan en ese mismo seno ocre donde los palacios son un fusil sin nombre, lugar, ni guerra propia. Hoy por hoy se detiene sobre ese pasado no tan orgulloso ni tan expectante como cuando joven displicente.


Es fácil la confusión y el olvido cuando la sed se estaciona en una corniza sin devolución de tiempos. Y así, un póster de algún intrascendente grupo de rock duerme ahora en una repisa lejos de toda visión, tirada en los ángulos rectos de un claustro no más significativo que el propio grupo y su consecuente recuerdo. Entonces las fotos salen sin decir demasiado: Rojas Cortez pensando encima de un libro que habla sobre la vida del Che; más allá otra imagen trae su sonrisa sobre el reflejo de una manifestación popular; la entrega de diplomas en el bachillerato Sarmiento; otras dos imágenes más; alguna tarjeta de invitación; y no hay nada más, nada.


Camina sin caer a pesar de los aletargados pasillos que conectan las oficinas del edificio de Mundo Informático con la palidez común de lo irreversible y piensa que algo le duele, o algo debe deshacerse de inmediato. Y siente, al mismo tiempo, que hay otro alba u otra posibilidad de rescate en el mismísimo camino de lo utópico. Ya sin más, vuelve atrás en el pasillo, no sin ganas de vomitar antes, y lanza entonces ya sin miedo la imposible palabra, que se desliza de sus labios que tiemblan, de su boca que tiembla, de la vida que le tiembla, y él mismo como un todo se mueve sin voluntad de parar. Grita y llora sobre la imposible palabra ante las caras adulteradas de rabia de los que ya se acostumbraron. Y mientras dice eso, y mientras transcurre la escena perpetua, piensa que es presa de un sofisma. De un sofisma basado en argumentar lo imposible para una sociedad nueva, porque cambian las acepciones de los tópicos al mismo tiempo que se cambian los contextos. Y en ese maldito lugar de caos y ambigüedades cae arrodillado por primera vez, desvalija sus ideologías ya sin gloria, tirita su eterna lucidez y vuelve a dar con los recuerdos imposibles frente a su vista en la misma repisa desgastada de siempre.


Está claro que lo que fue verdadero en algún remoto tiempo deja de serlo antes de que el hombre posmoderno, ¿frío y esnob?, se pueda dar cuenta de que le renovaron las certezas y lo fusilaron en el paredón de la incertidumbre eterna; piensa en eso sin demasiado convencimiento, pero cae en la cuenta de que el ser humano es nada más que un insomne que llega a la jungla urbana y va tornándose significativo en la medida en que comienza a eligir. Rojas Cortez entonces no deja de imaginarse que el ser humano desde algún tiempo a esta parte eligió de entre las pobres ofertas que le sugirieron, eligió sí, la alienación justamanente a la posibilidad de dirimir. Tal vez -sigue pensando- sea esta la razón por la que los idealistas se marcharon al bajo fondo sin que el mundo se quiera dar cuenta del mal que se estaba originando puertas adentro de la supervivencia. Es por eso quizás que hay tanto olor a muerto en cadáveres podridos para siempre en esos cuerpos imaginarios, pero rústicamente sanos. Es probable que esa sea la causa de que una minoría milite desde ya sin más cuestionamientos propios en el partido de la misantropía eterna. Sin demasiado miedo a caer en el pesimismo destructivo Rojas Cortez sigue sintiéndose inútil en el mundo de la desvirtud, se revuelve en una de las incómodas sillas de su oficina y no deja de recordar, ya con más resignación que impotencia, que en el ideario de las utopías también existía el lugar de las otras utopías, existía desde siempre la imposibilidad maldita de lo maldito. Se ha llegado al momento en que el alimento para las bestias, eso que era tan irrealizable antes, y aunque suene atroz decirlo, no es más que el reflejo propio de la cosificación humana; vaya incoherencia divertida!, sí..... hombre de la sombra esquiva, di lo que no te gusta, siéntate un rato en el peldaño de la inmadurez y entonces así tan frío y tan llano practica lo que tanto despotricaste..... y llora, llora!!..... que tus lágimas son el sueño roto de lo que creíste....... sí, y por fin lo que quede de humanidad dirá que nunca asustaron los cráteres que dejan los volcanes ineruptivos. La visión es estropeada por la subjetividad emocional y produce huellas desvaídas y terribles en ocasiones. Entonces, Rojas Cortez, en su propia oficina, y en su propio mundo, está asistiendo a la desproporción lógica y casi humillante de la intolerancia a lo inmediato y de creer que lo real no está en lo sucesivo de los acontecimientos sino en el deber ser del hombre. “Eso, con todas sus discusiones, es el espejo de los desquiciados”, habría dicho algún día. Sin embargo, recuerda haber vivido hace muchos años cuando la luz del sol todavía generaba sombra en los seres y cuando el pliego de las montañas todavía eran sorpresa.
Ni un mal Liceo militar disfrazado de buen hacer ni la anarquía propia de la escuela de las ideas distorsionadas, ni un gobierno de facto ni una chantocracia neoliberal, ni los abismales extremos ni un tibio centro. Rojas Cortez desechó de todo plano que la verdad pueda existir en el conjunto de las mentes humanas de una sociedad tal cual se le presentaba, y será por eso que de estudiante aplicado cayó después en la bohemia desfachatez de creer dominarlo todo sin tener demasiado en claro cual era la utilidad de su rebeldía cosmopolita. Y recordó también que hasta militó en alguno de los túneles cerrados de la excentricidad extrema. ¿Será así entonces que sus compañeros de oficina, dentro de la palidez que Rojas Cortez le imputa, escucharon salir de sus labios, a menudo hirientes, la palabra prohibida? ¿Será por eso, por la imagen precedente que se forma alrededor de un ex joven hostil y de inicitiva incontrolable, que sus actuales pares condenaron su nueva intrepidez? ¿O será la carencia de sorpresa con que vive la urbanidad lo que hizo imposible la comprensión? Juega mientras pueda solía escuchar en su infancia no menos escondida hoy en los cráteres de lo ínfimo, de nimiedades importantes.


Y por todo eso. Por las imágenes y las palabras que han vuelto a pasar por la convulsión permanente de su cabeza, que da giros a toda velocidad. Y después de pensarlo todo. Y después de acostumbrarse poco a poco a no escuchar respuestas. Rojas Cortez se encuentra en el mismo bar de siempre. A la misma hora. Mirando por la misma ventana. Viendo pasar la misma gente. Y se dice a sí mismo que ha dejado de una vez y para siempre ese rebrote juvenil que a medida que pasaban los años lo hacía trepidar en su misma y cierta frontalidad y desenfado con lo que no se resignaba a lo más mínimo que sonara a opresivo. Y aunque intente dejar de lado su actual convulsión, por más que en el mismo bar de siempre escuche de fondo, igual que ayer, a los Redonditos llenar el espacio con sus Vencedores vencidos, y aunque tiene una impotencia que le rebasa cualquier posibilidad de reacción, se muerde los labios, mira por primera vez su nueva cara en los mismos cristales de siempre. Y farfulla en voz tenue: "Yo, Rojas Cortez, he mencionado frente a mis compañeros de esa oficina siniestra la inoportuna palabra, yo me he dejado repetir una y otra vez el no masivo que desgasta nuestras oportunidades, y yo he creído ferozmente en lo irreversible, dejándome mecer como un ciervo atroz en las falsas enmiendas de los demás. Yo, Marcos Rojas Cortez, después de todo..... he caído.....". Y como si su vida se deba exclusivamente a eso, escribe la maldita palabra en una servilleta de papel. Y cuando la crisis en su mente deja de ser tenue para transformarse en una profunda intolerancia hacia la-realidad-que-le-construyeron-día-a-día-frente-a-sus-narices-sin-
que-él-atine-a-hacer-nada-más-de-lo-que-le-dieron-en hacer, piensa que de todos modos morirá algún día y su cuerpo será alimento para las bestias de algún nicho incómodo. Decide entonces que una muerte no física pero no menos digna que cualquier muerte de cualquier infeliz que creyó en algo alguna vez, no será el fin impuesto pero si el fin supuesto de un hombre que vivió supuestamente algunos días cuando la juventud lo acechaba con la vertiginosidad de los principios y la lucha constante de supuestos días mejores. Entonces como piensa que de todos modos morirá alguna vez, deja correr por sus labios el último sorbo de paciencia embasada en artilugios urbanos. Y casi sin reparar en su inoportuna e inasible supervivencia de los últimos años que ahora confunde con los primeros, comete la locura de llamar al mismo mozo de siempre, pagar la cuenta, salir del bar, llegar a la calle con la obnubilación propia de los que acaban, hace segundos nomás, de perder el sano juicio, para finalmente optar por pararse en medio del tráfico y gritar a los cuatros vientos y ya casi sin voz, pero con toda la vida que alguna vez tuvo; Rojas Cortez grita...............
"Soy Librreeeee!!!!!..........."..............



“Dí lo que piensas, y cree en lo que dices,

que ni todos los mares del mundo podrán apagar

tu suicidio en la hoguera más temible

de la simulación social”.


Cuan paradójico sistema.



PABLO ZAMA.

COSAS QUE SUCEDEN.....



(Nota de archivo: publicada en el 2006 en la revista Kriterio de San Juan y La Avispa, de Mar del Plata. Algo que nos sigue pasando, las coimas en el Senado, con Gioja como uno de los señalados por Pontaquarto, pero muchos ya empezaron al olvidar el tema. Un refresco a la memoria!!).



Las coimas en el Senado, un muerto que no deja de nacer



"Nada es más parecido al ábside de la clase política que el Senado"

Joaquín Morales Solá.


Por Pablo Zama.

"Casi nunca suceden cosas", reflexiona el protagonista de Sobre Héroes y Tumbas de Sábato. Y parece ser que en este espacio sin ideologías y sin compromiso tampoco sucede nada. Aunque la vida pase frente a nuestra mirada, sin los anteojos de la realidad, nada sucede para nosotros. Hasta que esos sucesos no tocan nuestros bolsillos y no agravan nuestra individualidad suprema, nada parece suceder. Sin embargo, y mientras construimos nuestro puente entre la realidad verdadera y la irrealidad que vivimos para soportar esa realidad opresora, el río que pasa debajo nuestro cobra volumen cada día y si no tomamos conciencia, al final de la historia, nos terminamos ahogando. Y suceden cosas como la presunción de coimas en el Senado en el 2000, y sucede que nos olvidamos de seguir reclamando por ese esclarecimiento, hasta que la voz desesperada de los que no quisieron olvidar nos pone en vereda nuevamente.

El gobernador de la provincia, el ingeniero José Luis Gioja, decidió querellar al doctor Alfredo Avelín por algunas manifestaciones que realizó en Radio Vida en torno al tema de los sobornos en el Senado de la Nación durante la presidencia de De la Rúa. En esas acusaciones efectuadas antes de las últimas elecciones legislativas el ex gobernador criticó al actual mandatario provincial por no querer echar luz, según Avelín, sobre el caso de las coimas en el Senado. Pero pese a la querella....."un desafío político público obliga al destinatario a redoblar la apuesta", según Joaquín Morales Solá. Entonces el doctor Avelín decidió dar a luz el libro titulado: Querella y Respuestas. Las Coimas... Gioja el Querellante y la Gran Mentira. En esta respuesta cargada de citas directas de los actuantes y de los investigadores en la eterna novela de las coimas en el Senado que documentan la postura del denunciante, entre otras cosas se recuerda lo vertido por Mario Pontaquarto ("El arrepentido") en una entrevista con Juan Carlos Malís en el 2004 respecto a la sanción de la ley de reforma laboral: "Gioja dice: ´yo no voté la ley´. Mintió, apareció un video con su mano levantada. ¿Por qué dice que no votó la ley si la votó?". Las coimas se producen detrás de una neblina tal que su carácter abstracto pasa casi desapercibido, y, según se expone en el libro El Sueño Eterno de Morales Solá, un senador de aquellos tiempos delarruistas admitió que en la época de Menem también "corrió plata a raudales entre senadores peronistas y algunos radicales, pero nadie se enteró nunca. Esa es la única diferencia". Es decir, esa neblina que tapa todos los actos de corrupción parece sucederse, con algunas refacciones claro, de gobierno en gobierno y la corporación de corruptos no deja saber la verdad de estos acontecimientos nefastos. Así otro senador le suplicó al periodista Joaquín Morales Solá, cuando comenzaba a desentrañar la madeja de esta historia, lo siguiente: "No escriba eso. Le hará un gran daño al país". ¿Quién le hace verdaderamente daño al país.....?!. Ese es el problema, en la Argentina parece que vivimos una fábula donde los victimarios son víctimas y donde en algunos aspectos se toman medidas incomprensibles para propios y extraños. Y así, donde los feriados por conmemoraciones abundan (¿será factible declarar un feriado para conmemorar las coimas en el Senado?), y donde el presidente Kirchner anuncia que les va a pagar durante noventa días los sueldos a los trabajadores de la papelera finlandesa Botnia radicada en Uruguay, esta fábula tragicómica permanente se va tornando digna del programa radial de Alejandro Dolina, porque es el absurdo lo que nos produce la risa. Es muy difícil saber a ciencia cierta cuántos hechos de soborno han ocurrido en nuestro Senado, pero si de uno existe documentación y testimonios suficientes, ¿por qué la Justicia argentina no sigue investigando para esclarecer qué es lo que pasó ese día de Junio del 2000 en el hotel Elevage de Buenos Aires, propiedad del ex Ministro del Interior alfonsinista Enrique Nosiglia (lugar que se dió a conocer por esos días a través de un panfleto anónimo y que luego Flamarique lo reconoció al advertir: "no estuve en la reunión de Elevage")?. ¿La corporación del silencio seguirá caminando impune para siempre por las calles argentinas?. Hay políticos que levantan la bandera de la construcción del futuro mirando hacia adelante, está bien, pero..... ¿cómo se puede mirar hacia adelante sin haber saldado las cuentas del pasado? Alfredo Avelín dice en su nuevo libro: "Pasaron 5 años y ello nos permite afirmar e implorar: Por Dios... por la Patria... por la Dignidad de las instituciones dejaremos algún día de ser el segundo País más corrupto del planeta y quizás el primero en Impunidad?". Tal vez nunca sepamos cuál es la envergadura real de este acto de corrupción, y en el país de la impunidad tal vez nunca veamos tras las rejas a sobornados y sobornadores. Pero lo que sí se sabe es que la causa por las coimas en el Senado prescribe en el mes de octubre próximo y todavía no se ha hecho nada!!!............Son-Cosas-Que-Suceden..... CORONADOS DE GLORIA VIVAMOS, O JUREMOS CON GLORIA MORIR!!!.....


(Estamos en el 2008!! Te das cuenta?? Y más que un rasguñón a De La Rúa.... nadie ha hecho nada todavía sobre este tema.....)

"Huérfanos de Patria no podemos seguir / confinados al destino como resignados a decir sin más: / SON COSAS QUE SUCEDEN!!!....."

(Attaque 77).

lunes, 14 de abril de 2008

Rojo a la orilla.



1- Un auto, solo, espera la salvación de nadie.

2- Ese minúsculo punto en el espacio genera nuevas perspectivas.

3- No resulta fácil aceptar demasiado a las asimetrías en cuanto relaciones interpersonales.

4- Pero la complementariedad entre partes dispares muchas veces es más necesaria.



“Tal vez habían encontrado un auto rojo a la vera de ese camino, o tal vez nunca encontraron nada…..”


Un auto rojo parado-abandonado a la vera del camino es sólo un mísero auto rojo parado-abandonado a un costado intrascendente. El transeúnte que pasa por el costado derecho del auto rojo parado-abandonado a la vera del camino es un transeúnte y nada más. La superficialidad de la mirada con poca visión profunda hace que este advenedizo no vea, más allá de sus posibilidades y estropee el caudal informativo, caiga en los errores tácitos, pero casi comunes, que le impone la rutina y acribille la imaginación, por momentos.
En el auto rojo, ya viejo (un Renault 6 bastante descuidado), confluyen historias disímiles. En el auto rojo la monotonía nunca se hizo presente o siempre hubo algo más que monotonía. El auto rojo es rojo sólo para los dos transeúntes (más tarde otro curioso va a llegar) y es auto únicamente para los que todavía añoran sus formas. El vehículo se torna casi inmaterial cuando lo aborda un camión de bocina prepotente por su orilla más vulnerable. Vulnerabilidad que el camión esconde tras el evidente grito y estridencia de su estirpe para construir poder. Así, la vida del auto abandonado y algo alienado sigue sin saber el rumbo que, mal estacionado a la orilla, le depara un destino cada vez más incierto. El auto rojo espera, yaciendo en la mansedumbre de la cuneta que está a su izquierda, que llegue el momento de la muerte, para encontrar la redención siendo materia prima futura de nuevos vehículos.
A la orilla del camino, a la vera de la calle, el auto, ahora de color difuso, espera. La imaginación de unos es la presunción de otros. El auto rojo que no parece rojo pasó por su vida útil, quizás. Desde lejos parece gastado por andanzas en calles empinadas, efímeras aventuras en otras tierras. Pudo ser auto rural, tal vez alcanzó la gloria en una picada callejera en tiempos mozos. Tuvo, seguro, encuentros amorosos en su seno también.
Haciendo un pasar surrealista por la historia que no se conoce aún de este veterano R6 se añade, en un pensamiento casi fuera de cauces plenamente normales, que es probable que ese auto rojo no exista más que en la imaginación de unos pocos. La vida, disímil y alejada, de los dos transeúntes que conocieron con sorpresa el auto es muy parecida. Los dos, fuera de presente, conocieron la tumultuosidad de pasados olvidables. Entonces el auto existe para ellos porque necesitan que el auto exista. El auto está abandonado porque ellos quieren que sea el residuo que desean ver a la vera del camino. Por un momento, la duda del color también cae, como flash anacrónico, sobre un escenario estridente y raro. Entonces, uno, parado como refugiado en el frente lateral derecho le discute al otro que el color no es rojo, que el rojo lo ve él nada más, porque su vida, su maltrecho y algo arruinado pasar por el mundo, tiene el color rojo ceñido en las vísceras. El auto tiene, según el primero, la transparencia o cristalinidad de las piedras que se asoman en alguna costa utópica. Las disquisiciones no llegan a buen puerto, el auto espera, como esperan los asilos cargados de ancianos, que el añorado final llegue sin pedir permiso, los aborde en la penumbra de los días, los fusile con su prepotencia. Este auto que no es auto es el auto que espera.
Atrás no se distingue casi nada. Adelante, el horizonte es confuso, algo tormentoso. El auto sigue en el mismo lugar. El día le pasa por todos lados y la hora esperada no llega. Fue un Renault, piensa uno, puede ser cualquier cosa en algún futuro no tan esperado, calcula el otro. Las visiones estropeadas por la subjetividad de los dos son casi inalcanzables en un plano concreto de comunicación. Pese a todo, el auto está presente en cada uno como una mezcla de optimismo actual y sueños pasados. Los demás no parecen haber salido a la calle. El auto percibe sólo a estos dos que lo tocan suavemente y piensan sobre él. El vehículo está atónito, nadie había hecho semejante cosa jamás ante él y ante la desenfrenada vida precedente que tuvo, en la que, siempre, le pareció fugaz, porque la R6 siente que no vivió, o no la dejaron vivir del todo. Los dos transeúntes siguen cerca, parecen acariciarlo, lo tocan, lo miran. Especulan sobre su pasado. Hacen planes para el futuro. Piensan. Construyen encima de él. Pero el auto real o irreal no se mueve y parece que la estaticidad seguirá por larga data. El auto está solo, comprende uno. Y desde lejos alguien, bastante fuera de la escena sospecha que los que están solos son los transeúntes, y están a la vera del camino todo el tiempo. Pero el auto ya casi no está. La R6 casi perdió su estirpe, su propio significado de auto, por el olvido permanente que sufre. Cuando la luz de los transeúntes llegó, el vehículo, que casi no era rojo, pareció despertar de a poco. Sintió deseos de volver a la pista. Fueron momentos fugaces y anacrónicos, momentos inolvidables, instantes jamás repetibles.


El tiempo había parado una noche de diciembre, el calor pasó desapercibido. En las afueras de las calles que rebotaban en las esquinas un hálito casi como grito pelado de gol albergó el verdadero sentido de la esperanza. Fueron minutos en que el auto con sus nuevos ocupantes intentaron lo impensado: salir de ahí, de ese lugar, irse en esa, supuesta, flamante R6. Pero no pudieron. El vehículo no pudo arrancar o ellos no supieron emprender el viaje. El abandono lo había hecho dudar de su capacidad, el cielo se le vino encima, el día volvió a ser demasiado caluroso y la música… la música nunca estuvo, pensó. No hay música para los solitarios y compañía que valga para un Renault, se recalcó. Gritó, quiso correr, no arrancó. Era la última, mera, oportunidad de salir de la vera del camino, pero no arrancó.
Al notarlo, los transeúntes, que ya no eran menos que temerosos atletas en el desierto, miraron fijamente al auto, notaron que no funcionaba, que los problemas que lo habían acuciado en tiempos remotos, en su imposibilidad de ser un digno R6, lo paralizaron para siempre. Lejos de entender, lejos de ayudar, los transeúntes siguieron su camino. No supieron demasiado de nada, y sobre eso recayó la culpa. Aunque abandonaron casi por completo a la R6, pero sabiendo que existía, que estaba, que iba a estar, tal vez, por siempre, con ellos. Sin embargo, se fueron, por miedo.
El auto fue desmantelado por aquellos dos que se iban sin dejarle ni las ruedas. El destino trajo el reflujo conocido de la humillación tal cual R6 que siempre fue. Quedó en estado de mutilación casi absoluta. No tuvo otra posibilidad que la de buscar un espacio nuevo, aunque le era difícil encontrar lugar. El auto rojo quedó a mitad de camino sin saber, incertidumbre final, si podría haber salido de la orilla. Siguió, sin embargo, olvidado y netamente fusilado a la vera del camino.
Pero la R6 ya no es tal, o nunca lo fue del todo. La irrealidad de los transeúntes pudo más, para construirlo, para imaginarlo por esos efímeros pasos y también para deshacerlo del todo. Esa irrealidad que no llena todo el vacío que se impone cuando algo, muy adentro, termina por germinar en frío. Porque el tiempo mínimo con el auto fue para los transeúntes muy importante. Aunque ahora, cuando el vehículo queda definitivamente abandonado y los peatones siguen carriles opuestos, en veredas vecinas, pero dispares a sus búsquedas, tal vez uno se acordará del otro o ninguno lo recordará más. Ese auto, tal vez inexistente, los hizo vivir, pero también los hizo morir un poco. El tiempo subjetivo es lo que vale y es lo que anestesia, con el correr de las calles, el olvido negativo. Y quedará guardado en cada uno de estos ocasionales invitados, causales allegados a este efímero puerto nuevo, algo, por lo menos algo, de la esencia de ese instante tratando de entender a una R6 a la vera de sus vidas.

Tal vez se supo después que el sentido de realidad fue tenue, más tenue que el sentido de ideal para apagarse más tarde en la nebulosa de la duda. Y así, el auto pasa a ser ahora, pero no para siempre, un desguace sin identidad tirado en un baldío, solo, siempre solo, por miedo a la recuperación, por bronca a lo normal, a dejarse parecer a lo cotidiano en un mundo atomizador que lo redujo a cenizas finalmente. Y es probable (se piensa ahora) que el auto haya sido producto de una fábula, nunca fue rojo o al menos tuvo un matiz grisáceo. Nada se sabe de su paradero por estos días, aunque el camino por donde estuvo sigue existiendo, la presencia inmaterial se percibe. Y los transeúntes… creen haber estado siempre en otro lado…


“El camino ofertó algunas salidas. Tal vez algún día podrá, y podrán, escapar del todo…..”



PABLO ZAMA.